2 CORINTIOS 5:1-21
2 CORINTIOS 5:1-21 RV2020
Sabemos que si se deshace la casa terrenal, esta tienda que es nuestro cuerpo, Dios nos tiene preparado en los cielos un edificio, una casa eterna, no hecha por manos humanas. Y por esto también gemimos pues deseamos ser revestidos de aquella nuestra casa celestial, porque así se nos encontrará vestidos y no desnudos. Asimismo los que estamos en esta tienda gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero Dios es el que nos hizo para esto mismo, y quien también nos ha dado la garantía del Espíritu. Por eso siempre vivimos confiados, pues sabemos que mientras estamos en el cuerpo, estamos lejos del Señor (porque por fe andamos, no por vista). Pero estamos confiados, y preferimos mucho más dejar el cuerpo para ir a habitar junto al Señor. Pero tanto si estamos en este cuerpo, como si lo dejamos, procuramos agradarle, porque todos nosotros hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba el pago según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo. Dado que conocemos el temor del Señor, procuramos convencer a todo el mundo. Para Dios es evidente quienes somos, y espero que también en vuestra conciencia está claro quienes somos. No nos estamos recomendando otra vez a vosotros, sino que os damos la oportunidad de que os sintáis orgullosos de nosotros, para que tengáis con qué responder a los que presumen de las apariencias y no de lo que hay en el corazón. Porque si estamos locos, es por Dios; y si estamos cuerdos, es por vosotros. Porque el amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, entonces todos murieron; y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que, de aquí en adelante, nosotros no conocemos a nadie desde el punto de vista humano; y si aun conocimos a Cristo desde el punto de vista humano, ya no lo conocemos así. De modo que el que está en Cristo, es una nueva criatura: las cosas viejas pasaron, y ahora todo es hecho nuevo. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y a nosotros nos encargó la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios rogara por medio de nosotros, os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que en él nosotros seamos hechos justicia de Dios.