1 SAMUEL 24:2-22
1 SAMUEL 24:2-22 RV2020
Tomó entonces Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel y salió en busca de David y de sus hombres por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. Al llegar a un redil de ovejas junto al camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva estaban sentados David y sus hombres. Los hombres de David le dijeron: —Mira, este es el día que el Señor te anunció: «Yo entrego a tu enemigo en tus manos, y harás con él como te parezca». David se levantó y, calladamente, cortó la orilla del manto de Saúl. Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. Y dijo a sus hombres: —El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido del Señor. ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor! Con estas palabras reprimió David a sus hombres y no les permitió que se abalanzaran contra Saúl. Y Saúl, después de salir de la cueva, siguió su camino. También David se levantó y, al salir de la cueva, le gritó a Saúl: —¡Mi señor, el rey! Cuando Saúl miró hacia atrás, David se postró rostro en tierra, hizo una reverencia, y dijo a Saúl: —¿Por qué escuchas las palabras de los que dicen: «Mira que David procura tu mal»? Hoy han visto tus ojos cómo el Señor te ha puesto en mis manos en la cueva. Me dijeron que te matara, pero te perdoné, pues me dije: «No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor». Mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto y no te maté. Reconoce, pues, que no hay mal ni traición en mis manos, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a la caza de mi vida para quitármela. Juzgue el Señor entre tú y yo, y véngueme de ti; pero mi mano no se alzará contra ti. Como dice el proverbio de los antiguos: «De los impíos saldrá la impiedad»; así que mi mano no se alzará contra ti. ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? El Señor, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. Que él vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano. Aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, este exclamó: —¿No es esta tu voz, David, hijo mío? Alzando su voz, Saúl rompió a llorar, y dijo a David: —Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, aunque yo te había pagado con mal. Hoy me has mostrado tu bondad; pues el Señor me ha entregado en tus manos y no me has dado muerte. Porque ¿quién encuentra a su enemigo y lo deja ir sano y salvo? El Señor te pague con bien lo que en este día has hecho conmigo. Ahora tengo por cierto que tú has de reinar, y que el reino de Israel se mantendrá firme y estable en tus manos. Ahora, pues, júrame por el Señor que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre. Así lo juró David a Saúl. Después se fue Saúl a su casa, mientras David y sus hombres subían al lugar fuerte.