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RUT 1:3-20

RUT 1:3-20 BLP

Murió Elimélec, el marido de Noemí, y ella se quedó con sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Al cabo de unos diez años de estancia en Moab, murieron también sus dos hijos, Majlón y Quilión; y Noemí se quedó sola, sin su marido y sus hijos. Cuando Noemí se enteró de que el Señor había bendecido a su pueblo, proporcionándole pan, se dispuso a regresar con sus nueras desde las tierras de Moab. Partió con sus dos nueras del lugar donde vivía y emprendieron el camino de regreso al país de Judá. Entonces Noemí dijo a sus dos nueras: —Andad y volveos a vuestra casa materna. Que el Señor os trate con la misma bondad que vosotras habéis demostrado con los difuntos y conmigo y os permita encontrar una vida dichosa en la casa de un nuevo marido. Noemí las besó y ellas se echaron a llorar y le dijeron: —¡No! Volveremos contigo a tu pueblo. Pero Noemí insistió: —Volveos, hijas mías. ¿A qué vais a venir conmigo? Ya no tendré más hijos que puedan casarse con vosotras. Volveos, hijas mías, y marchaos, que soy demasiado vieja para casarme. Y aunque pensara que aún tengo esperanzas y me casara esta misma noche y tuviera hijos, ¿ibais a aguardar vosotras hasta que fueran mayores, renunciando por ellos a casaros de nuevo? No, hijas mías. Mi pena es mayor que la vuestra, pues la mano del Señor se ha excedido conmigo. Ellas se echaron de nuevo a llorar y Orfá se despidió de su suegra, pero Rut se quedó con Noemí. Entonces Noemí le dijo: —Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a su dios. Vuelve tú también con ella. Pero Rut le contestó: —No me pidas que te abandone y que me separe de ti, pues iré adonde vayas y viviré donde vivas, que tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios. Moriré donde mueras y allí seré enterrada. ¡Que Dios me castigue, si nos separa otra cosa que la muerte! Como vio que Rut estaba empeñada en acompañarla, Noemí dejó de insistirle y las dos prosiguieron su camino hasta Belén. Cuando llegaron, toda la ciudad se alborotó por su causa y las mujeres comentaban: —¿No es esa Noemí? Pero ella les decía: —No me llaméis Noemí. Llamadme Mara, porque el Todopoderoso me ha amargado la vida.

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