SALMOS 119:62-147
SALMOS 119:62-147 BLP
Me levanto en mitad de la noche para alabarte por tus justos decretos. Soy amigo de cuantos te veneran, de los que respetan tus preceptos. Tu amor, Señor, llena la tierra, enséñame tus normas. Fuiste bueno con tu siervo, según tu promesa, Señor. Enséñame el buen juicio y el saber, que en tus mandatos yo confío. Antes de haber sufrido pequé, pero ahora respeto tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien, enséñame tus normas. Los soberbios me calumnian, pero yo guardo sinceramente tus preceptos. Su corazón es insensible, yo, en cambio, me deleito en tu ley. Me vino bien haber sufrido para así aprender tus normas. Prefiero la ley de tu boca a miles de monedas de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender y aprenderé tus mandatos. Quienes te veneran se alegran al verme, porque en tu palabra pongo mi esperanza. Yo sé, Señor, que tus decretos son justos, que con razón me hiciste sufrir. Que sea tu amor mi consuelo, según la promesa hecha a tu siervo. Que tu piedad venga a mí y viviré, pues tu ley hace mis delicias. Que se avergüencen los soberbios, los que sin razón me afligieron; por mi parte, medito tus preceptos. Que vengan a mí quienes te veneran, quienes conocen tus mandatos. Sea mi corazón fiel a tus normas y no tendré que avergonzarme. Yo ansío tu salvación, en tu palabra pongo mi esperanza. Se consumen mis ojos por tu promesa y me pregunto: «¿Cuándo te apiadarás de mí?». Soy como un odre arrugado por el humo, pero no he olvidado tus normas. ¿Cuánto tiempo vivirá tu siervo? ¿Cuándo juzgarás a quienes me persiguen? Me han cavado fosas los soberbios, los que no viven de acuerdo a tu ley. Todos tus mandamientos son verdad, ayúdame, que me persiguen sin motivo. En esta tierra casi me destruyen, pero yo no abandoné tus preceptos. Mantenme vivo por tu amor, que yo respetaré los mandatos de tu boca. Señor, tu palabra es eterna, en los cielos permanece firme. Tu fidelidad dura por generaciones, tú fundaste la tierra y ella persiste. Todo permanece según lo decretaste, cuanto existe está a tu servicio. Si tu ley no hiciera mis delicias, habría perecido en mi dolor. No olvidaré nunca tus preceptos, pues con ellos me das vida. Tuyo soy, sálvame, que yo he buscado tus preceptos. Los malvados pretenden destruirme, mas yo sigo atento a tus mandatos. He visto que todo lo perfecto es limitado, pero es inabarcable tu mandato. ¡Cuánto amo tu ley! Sobre ella medito todo el día. Más sabio que mis rivales me hace tu mandato, porque él está siempre conmigo. Soy más docto que todos mis maestros, porque tus mandamientos medito. Soy más sensato que los ancianos, porque guardo tus preceptos. Aparto mis pies del mal camino para así respetar tu palabra. No me desvío de tus decretos, pues tú mismo me has instruido. ¡Qué dulce a mi paladar es tu palabra, en mi boca es más dulce que la miel! Gracias a tus preceptos soy sensato, por eso odio los senderos falsos. Tu palabra es antorcha de mis pasos, es la luz en mi sendero. Hice un juramento y lo mantengo: guardaré tus justos decretos. Señor, es intenso mi dolor, hazme vivir según tu promesa. Acepta, Señor, las plegarias de mi boca y enséñame tus decretos. Siempre estoy en peligro, pero no olvido tu ley. Los malvados me tendieron una trampa, pero yo no me aparté de tus preceptos. Mi heredad perpetua son tus mandamientos, alegría de mi corazón. He decidido cumplir tus normas, mi recompensa será eterna. Odio a los hipócritas y amo, en cambio, tu ley. Tú eres mi refugio y mi escudo, en tu palabra pongo mi esperanza. ¡Alejaos de mí, malvados, que yo guardaré los mandatos de mi Dios! Protégeme según tu promesa y viviré, no defraudes mi esperanza. Socórreme y estaré a salvo, me entregaré siempre a tus normas. Desprecias a quien se aparta de tus normas, porque es mentira su astucia. Rechazas como escoria a los malvados del país y por eso yo amo tus mandatos. Mi ser se estremece ante ti, por tus decretos te venero. He seguido la justicia y el derecho, no me entregues a mis opresores. Favorece a tu siervo, que los soberbios no me humillen. Se nublan mis ojos esperando tu auxilio, tu promesa de justicia. Trata a tu siervo de acuerdo con tu amor y enséñame tus normas. Yo soy tu siervo, instrúyeme para que pueda conocer tus mandatos. Señor, ya es tiempo de actuar: tu ley ha sido violada. Por eso amo tus mandamientos y al oro más puro los prefiero; por eso encuentro justos todos tus preceptos y aborrezco los senderos falsos. Tus mandatos son admirables, por eso yo los observo. Explicar tu palabra es fuente de luz, hace que aprendan los sencillos. Abro mi boca y suspiro, porque anhelo tus mandamientos. Atiéndeme, apiádate de mí; así lo haces con quienes aman tu nombre. Afianza mis pasos con tu promesa, que no me domine mal alguno. Líbrame de la opresión del ser humano y podré respetar tus decretos. Que brille tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus normas. Vierten mis ojos ríos de agua, porque no se respeta tu ley. Señor, tú eres justo, son rectas tus decisiones. Has establecido tus mandatos con plena fidelidad y justicia. Mi celo me consume, porque olvidan mis rivales tus palabras. Tu promesa es genuina, por eso la ama tu siervo. Soy pequeño y despreciado, mas no olvido tus preceptos. Tu justicia es justicia perenne, tu ley es fuente de verdad. Aunque el pesar y la angustia me invadan, tus mandamientos son mi delicia. Por siempre son justos tus mandatos, hazme entenderlos y seguiré viviendo. Clamo con todo el corazón; respóndeme, Señor, y cumpliré tus normas. Yo te invoco, sálvame y observaré tus mandamientos. Antes del alba me levanto y pido auxilio, en tus palabras pongo mi esperanza.