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LUCAS 3:1-8

LUCAS 3:1-8 BLP

Corría el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato gobernaba en Judea; Herodes, en Galilea; su hermano Filipo, en Iturea y Traconítida, y Lisanias, en Abilene. Y Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. Fue entonces cuando Dios habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías. Comenzó Juan a recorrer las tierras ribereñas del Jordán proclamando un bautismo como signo de conversión para recibir el perdón de los pecados. Así estaba escrito en el libro del profeta Isaías: Se oye una voz; alguien clama en el desierto: «¡Preparad el camino del Señor; abrid sendas rectas para él! ¡Que se nivelen los barrancos y se allanen las colinas y las lomas! ¡Que se enderecen los caminos sinuosos y los ásperos se nivelen, para que todo el mundo contemple la salvación que Dios envía!». Decía, pues, Juan a la mucha gente que venía para que la bautizara: —¡Hijos de víboras! ¿Quién os ha avisado para que huyáis del inminente castigo? Demostrad con hechos vuestra conversión y no andéis pensando que sois descendientes de Abrahán. Porque os digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abrahán.

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