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JUAN 10:11-28

JUAN 10:11-28 BLP

Yo soy el buen pastor. El buen pastor se desvive por las ovejas. En cambio, el asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye, dejando que el lobo haga estragos en unas y ahuyente a las otras. Y es que, al ser asalariado, las ovejas lo traen sin cuidado. Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, del mismo modo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y doy mi vida por las ovejas. Tengo todavía otras ovejas que no están en este aprisco a las que también debo atraer; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor. El Padre me ama porque yo entrego mi vida, aunque la recuperaré de nuevo. Nadie me la quita por la fuerza; soy yo quien libremente la doy. Tengo poder para darla y para volver a recuperarla; y esta es la misión que debo cumplir por encargo de mi Padre. Estas palabras de Jesús fueron la causa de una nueva división de opiniones entre los judíos. Muchos decían: —Está poseído de un demonio y ha perdido el juicio; ¿por qué le prestáis atención? Otros, en cambio, replicaban: —Sus palabras no son precisamente las de un endemoniado. ¿Podría un demonio dar la vista a los ciegos? Se celebraba aquellos días la fiesta que conmemoraba la dedicación del Templo. Era invierno y Jesús estaba paseando por el pórtico de Salomón, dentro del recinto del Templo. Se le acercaron entonces los judíos, se pusieron a su alrededor y le dijeron: —¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente de una vez. Jesús les respondió: —Os lo he dicho y no me habéis creído. Mis credenciales son las obras que yo hago por la autoridad recibida de mi Padre. Vosotros, sin embargo, no me creéis, porque no sois ovejas de mi rebaño. Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, jamás perecerán y nadie podrá arrebatármelas

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