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JEREMÍAS 23:25-40

JEREMÍAS 23:25-40 BLP

He oído lo que dicen los profetas, los que profetizan mentiras en mi nombre, los que dicen: «He tenido un sueño, he tenido un sueño». ¡Basta ya! La mente de los profetas está repleta de falsas profecías, producto de su fantasía. Con los sueños que se cuentan entre sí, tratan de que mi pueblo me olvide, como me olvidaron sus antepasados por Baal. El profeta que tenga un sueño, que cuente un sueño; y el que tenga mi palabra, que la diga tal cual es. ¿Qué tiene que ver la paja comparada con el grano? —oráculo del Señor—. ¿No es mi palabra como fuego —oráculo del Señor—, o mazo que cuartea la roca? Por eso, aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que se roban unos a otros mis palabras. Aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que hacen uso de su lengua para lanzar oráculos. Aquí estoy contra los profetas que tienen falsos sueños —oráculo del Señor—, que luego los cuentan y extravían a mi pueblo con sus mentiras y sus pretensiones. Y resulta que yo ni los envié ni les di ninguna orden. Por eso, no pueden ser útiles a este pueblo —oráculo del Señor—. Si alguien de este pueblo, un profeta o un sacerdote te preguntan: «¿Cuál es el oráculo del Señor?», les dirás: «La carga sois vosotros, y voy a dejaros caer» —oráculo del Señor—. Y si el profeta, el sacerdote o alguna otra persona del pueblo dice «oráculo del Señor», le pediré cuentas a él y a su familia. Así, cuando habléis entre vosotros, diréis: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?». Pero ya no mencionéis la expresión «oráculo del Señor», pues una carga será para cada cual su propia palabra, ya que habéis pervertido las palabras del Dios vivo, del Señor del universo, nuestro Dios. Así preguntarás al profeta: «¿Qué te ha respondido el Señor? ¿Qué te ha hablado el Señor?». Y ahora, así dice el Señor: Si seguís empeñados en pronunciar la expresión «oráculo del Señor», siendo así que os había dado orden de que no dijeseis «oráculo del Señor», voy a levantaros en vilo y a arrojaros de mi presencia a vosotros y a esta ciudad que os di a vosotros y a vuestros antepasados. Haré que seáis presa de una afrenta eterna y de una vergüenza eterna, que no se olvidarán.