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ISAÍAS 8:1-20

ISAÍAS 8:1-20 BLP

Me dijo el Señor: —Hazte con una tablilla grande y escribe en ella con un punzón normal: «Maher Salal, Jas Baz». Me busqué dos testigos fidedignos, al sacerdote Urías y a Zacarías, hijo de Baraquías. Luego me acosté con la profetisa, que concibió y dio a luz un hijo. El Señor me dijo: —Lo llamarás Maher Salal, Jas Baz, pues, antes de que sepa el niño decir «papá» y «mamá», serán llevados ante el rey de Asiria las riquezas de Damasco y el botín de Samaría. El Señor volvió a hablarme en estos términos: —Este pueblo ha despreciado las aguas de Siloé, que corren mansas, y se ha alegrado ante el orgullo invasor de Rasín y del hijo de Remalías. Por eso, el Señor va a hacer que los aneguen las aguas del Éufrates, poderosas y caudalosas: se saldrán de su cauce, correrán inundando riberas, penetrarán impetuosas por Judá, llegarán hasta el cuello. Sus límites se extenderán hasta cubrir la anchura de la tierra. ¡Oh Dios-con-nosotros! Reuníos, pueblos, y echaos a temblar; escuchad los de tierras lejanas: aunque os ciñáis las armas, seréis derrotados; aunque os preparéis para la guerra, seréis quebrantados. Si hacéis un plan, fracasará; vuestra palabra no se sostendrá, pues está Dios-con-nosotros. Así me dijo el Señor sujetándome con la mano e impidiéndome caminar con este pueblo: No llaméis conspiración a lo que este pueblo llama conspiración. No temáis ni os asustéis ante lo que él teme. Llamad «conspirador» al Señor del universo, porque él será vuestro temor y vuestro miedo. Se convertirá en conspirador, en piedra de tropiezo y en obstáculo rocoso para las dos casas de Israel, en lazo y en trampa para los vecinos de Jerusalén. Muchos tropezarán allí, caerán, quedarán destrozados, quedarán enlazados, atrapados. Guardo esta advertencia, pongo sello a esta instrucción para mis discípulos. Seguiré esperando en el Señor; aunque oculte su rostro a la casa de Jacob, en él seguiré esperando. Yo y los hijos que me dio el Señor seremos signo y presagio en Israel; es cosa del Señor del universo, que habita en el monte Sion. Ya veréis como os dicen: «Consultad a los espíritus, a los adivinos que susurran y musitan. ¿No tiene un pueblo que evocar a los muertos en favor de los vivos, en busca de advertencia e instrucción?». Seguro que así os hablará quien carece de poder para evocar.

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