ISAÍAS 40:12-31
ISAÍAS 40:12-31 BLP
¿Quién ha medido con su mano el mar, o ha calculado a palmos el cielo, o ha metido en un celemín el polvo de la tierra? ¿Quién ha pesado los montes en la balanza o calculado en el peso las colinas? ¿Quién podrá medir el espíritu del Señor o le enseñará lo que ha de hacer? ¿De quién se aconsejó para entender, para aprender el camino de la justicia, para que le enseñara a conocer y le mostrara la senda del discernimiento? Ved lo que son las naciones: una gota que se escurre de un cubo, un grano de tierra en la balanza. Ved lo que son las islas: una mota de polvo en un peso. El Líbano no da abasto de leña, los animales no dan abasto de víctimas. Ante él nada son las naciones, las tiene por nada de nada. ¿Con quién compararéis a Dios, a qué imagen lo asemejaréis? El escultor funde un ídolo, el orfebre lo recubre de oro, le funde adornos de plata. El que es pobre de recursos elige madera incorruptible; se busca un escultor profesional que le haga una imagen consistente. ¿No lo sabéis ni lo habéis oído? ¿No os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis llegado a entender cómo se sostiene la tierra? Él habita en el orbe terrestre (sus habitantes le parecen saltamontes), despliega el cielo como un toldo y lo extiende como tienda habitable. Él convierte en nada a los príncipes y transforma en nulidad a los gobernantes: apenas los plantan, apenas los siembran, apenas arraigan sus tallos en tierra, si sopla sobre ellos, se agostan y el vendaval los avienta como paja. ¿Con quién me compararéis? ¿Con quién me asemejaréis? —dice el Santo—. Levantad los ojos a lo alto, ved quién ha creado esas cosas: el que saca a su ejército innumerable y llama a cada cual por su nombre, tan sobrado de poder y de fuerza que no puede fallarle ninguno. ¿Por qué afirmas, Jacob, y andas diciendo, Israel: «Mi conducta está oculta al Señor, mi Dios se desentiende de mi causa»? ¿No lo sabes, no has oído que el Señor es un Dios eterno, creador de los confines de la tierra? No se cansa ni desfallece, su inteligencia es inescrutable. Da fuerza al cansado, aumenta el vigor de los débiles. Los jóvenes se cansan y se agotan, una y otra vez tropiezan los mozos; recobran, en cambio, su fuerza, los que esperan en el Señor, alzan su vuelo como las águilas; corren pero no se cansan, andan y no se fatigan.