ISAÍAS 30:1-18
ISAÍAS 30:1-18 BLP
¡Ay de los hijos rebeldes —oráculo del Señor— que toman decisiones sin contar conmigo, que conciertan alianzas no inspiradas por mí, acumulando así error tras error; que bajan a Egipto sin consultarme, para ampararse en el poder del faraón y refugiarse a la sombra de Egipto! El amparo del faraón será su deshonra, el refugio a la sombra de Egipto, su vergüenza. Cuando estén en Soán vuestros jefes y vuestros mensajeros lleguen a Hanés, todos quedarán avergonzados a la vista de un pueblo inútil, incapaz de ayudar ni servir, a no ser de vergüenza y oprobio. Oráculo contra la Bestia del Sur: Por una tierra que da miedo y angustia, llena de rugidos de leones y leonas, repleta de víboras y serpientes voladoras, transportan su riqueza a lomos de asnos, sus tesoros sobre gibas de camellos, hacia un pueblo que no sirve de nada: a Egipto, cuya ayuda es inútil y vana. Por eso lo llamo así: «Rahab, el domesticado». Ve ahora y lo escribes en una tablilla, lo grabas en un rollo de cobre; que sirva para el mañana como testimonio perpetuo. Son un pueblo rebelde, gente capaz de traicionar, gente que se niega a escuchar la enseñanza del Señor. Dicen a los videntes: «No vaticinéis»; y a los profetas: «No profeticéis la verdad». Decidnos cosas agradables, profetizad fantasías. Apartaos del camino, retiraos de la senda, quitad de nuestra vista al Santo de Israel. Por eso, así dice el Santo de Israel: Por haber despreciado esta palabra y confiado en la opresión y la perversión, y por refugiaros en ellas, esa culpa será para vosotros una grieta que baja resquebrajando la obra de una alta muralla, y de repente, de improviso, va y se desmorona como un cacharro de barro que se hace añicos sin remedio, entre los que no se encuentra un trozo con que recoger ascuas del rescoldo o sacar agua del pozo. Así dice el Señor Dios, el Santo de Israel: Si os convertís y confiáis, os salvaré; vuestra fuerza está en confiar serenamente; pero rechazáis esto y decís: «Huiremos a caballo»; seguro que huiréis. «Cabalgaremos a toda velocidad»; pero serán más veloces los que os persigan. Mil huirán ante el reto de uno. Huiréis ante el reto de cinco y, si queda alguno, será como un asta en la cima de un monte, como estandarte en lo alto de un cabezo. Pero el Señor espera para apiadarse, se pone en pie para perdonaros, pues es un Dios de justicia; dichosos los que esperan en él.