DANIEL 4:1-18
DANIEL 4:1-18 BLP
Mientras yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi residencia, rodeado de prosperidad en mi palacio, tuve un sueño que me preocupó; las visiones que pasaron por mi mente mientras dormía llegaron a alarmarme. Di entonces la orden de que trajeran a mi presencia a todos los sabios de Babilonia, con la intención de que me proporcionaran la interpretación del sueño. Así pues, se presentaron magos, adivinos, astrólogos y hechiceros, y les relaté mi sueño, pero no supieron dar con su interpretación. Al final se presentó ante mí Daniel, apodado Baltasar en referencia al nombre de mi dios y partícipe del espíritu de los dioses santos. Y yo le relaté mi sueño: —Baltasar, jefe de los magos, sé que posees el espíritu de los dioses santos y que no hay misterios para ti. Escucha el sueño que he tenido e interprétalo. En las visiones que pasaban por mi mente mientras dormía, contemplé lo siguiente: Había un árbol enorme en el centro mismo de la tierra. El árbol creció corpulento, su copa llegaba al cielo, visible desde toda la tierra. Tenía un ramaje magnífico y tal cantidad de frutos que había comida para todos. Las fieras del campo venían a cobijarse a su sombra; todas las aves del cielo acudían a anidar en sus ramas. Todos los seres vivientes se nutrían de aquel árbol. En las visiones que pasaban por mi mente mientras dormía, pude ver cómo un santo vigilante bajaba del cielo y gritaba a pleno pulmón: ¡Talad el árbol, cortad su ramaje; arrancad sus hojas, tirad sus frutos! Que las bestias huyan de debajo del árbol, que los pájaros todos abandonen sus ramas. Pero dejad en tierra tocón y raíces, sujetos con cadenas de hierro y de bronce, como una más de las matas del campo. Que el rocío del cielo lo empape de humedad, que comparta con las bestias la hierba del campo. Que sea desposeído de entendimiento humano, que su razón se equipare a la de un animal, hasta que hayan pasado siete años. Esta es la sentencia que dictan los Vigilantes, esta es la decisión tomada por los Santos. Así reconocerán todos los vivientes que el Altísimo controla los reinos humanos: se los da a quien le place y ensalza al más humilde. Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Por tu parte, Baltasar, dime cómo se interpreta, pues ningún sabio de mi reino ha podido hacerlo. Tú serás sin duda capaz de ello, pues participas del espíritu de los dioses santos. Daniel (apodado Baltasar) quedó un rato perplejo, alarmado por sus pensamientos. El rey insistió: —Baltasar, no te sientas alarmado por el sueño y su interpretación. Baltasar contestó: —Señor, ¡ojalá este sueño se refiriese a tus adversarios y tus enemigos fuesen los destinatarios de su interpretación! El árbol que viste crecer corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible desde toda la tierra, que tenía un ramaje magnífico y tal cantidad de frutos que podía alimentar a todos, con una sombra bajo la cual iban a cobijarse los animales salvajes y unas ramas en las que anidaban las aves del cielo, ese árbol