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1 REYES 1:1-37

1 REYES 1:1-37 BLP

El rey David era ya un anciano entrado en años y, aunque lo cubrían con mantas, no entraba en calor. Entonces sus servidores le dijeron: —Hay que buscar a nuestro señor, el rey, una muchacha virgen que lo atienda, lo cuide y duerma a su lado para que nuestro señor el rey entre en calor. Buscaron una muchacha hermosa por todo el territorio de Israel, encontraron a Abisag, la sunamita, y se la llevaron al rey. La muchacha, que era muy hermosa, cuidaba al rey y lo servía; pero el rey no tuvo relaciones con ella. Adonías, hijo de Jaguit, presumiendo de que él sería el rey, se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres. Su padre David nunca le había regañado ni le pedía cuentas de lo que hacía, pues había nacido después de Absalón y era también muy atractivo. Adonías se había confabulado con Joab, el hijo de Seruyá, y con el sacerdote Abiatar, que secundaban sus propósitos. En cambio, el sacerdote Sadoc, Benaías, el hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simeí, Reí y los valientes de David no estaban a favor de Adonías. Un día Adonías fue a sacrificar corderos, toros y terneros cebados a la piedra de Zojélet, cerca de la fuente de Roguel. Invitó al sacrificio a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los paladines, ni a su hermano Salomón. Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón: —¿No has oído que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que lo sepa David, nuestro señor? Ahora voy a darte un consejo, para que puedas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón. Preséntate ante el rey David y dile: «Majestad, tú juraste a una servidora que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono. ¿Por qué, entonces, se ha proclamado rey Adonías?». Y mientras estés tú allí hablando con el rey, yo entraré detrás y confirmaré tus palabras. Inmediatamente Betsabé se presentó en la alcoba real. El rey estaba muy viejo, atendido por Abisag, la sunamita. Betsabé se inclinó ante el rey y le hizo una reverencia. El rey le preguntó: —¿Qué quieres? Ella le respondió: —Señor, tú le juraste a tu servidora por el Señor, tu Dios, que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono; y ahora resulta que Adonías ha sido proclamado rey sin que mi señor, el rey, lo sepa. Ha sacrificado toros, terneros cebados y corderos en cantidad y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y al jefe del ejército Joab, pero no ha invitado a tu siervo Salomón. Ahora, majestad, todo Israel está pendiente de ti y de que les anuncies quién va a suceder en el trono al rey, mi señor. Pues, cuando el rey, mi señor, vaya a reunirse con sus padres, yo y mi hijo Salomón quedaremos como culpables. Todavía estaba ella hablando con el rey, cuando llegó Natán y lo anunciaron al rey: —Está aquí el profeta Natán. Natán se presentó ante el rey, le hizo una reverencia inclinando su rostro y le dijo: —Majestad, ¿has decretado tú que Adonías te suceda como rey y se siente en tu trono? Porque hoy ha ido a sacrificar toros, terneros cebados y corderos en cantidad, ha invitado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército y al sacerdote Abiatar; ahora están comiendo y bebiendo con él mientras lo aclaman: «¡Viva el rey Adonías!». Pero no me ha invitado a mí, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías, el hijo de Joyadá, ni a tu siervo Salomón. ¿Acaso mi señor, el rey, ha tomado tal decisión sin haber comunicado a sus servidores quién le sucedería en el trono? El rey David ordenó: —Llamad a Betsabé. Betsabé se presentó al rey y se quedó de pie ante él. Entonces David hizo este juramento: —¡Vive Dios que me ha salvado de todos los peligros! Hoy mismo voy a cumplir lo que te juré ante el Señor, Dios de Israel, cuando te prometí que tu hijo Salomón me sucedería como rey y se sentaría en el trono en mi lugar. Betsabé se inclinó rostro en tierra, hizo una reverencia al rey y dijo: —¡Viva siempre mi señor, el rey David! Luego David ordenó: —Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, el hijo de Joyadá. Ellos se presentaron ante el rey y él les dijo: —Tomad con vosotros a los servidores reales, subid a Salomón en mi propia mula y llevadlo a Guijón. Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagrarán como rey de Israel. Entonces tocaréis la trompeta y gritaréis: «¡Viva el rey Salomón!». Luego subiréis tras él, y cuando llegue aquí se sentará en mi trono y empezará a reinar en mi lugar, pues lo he designado jefe de Israel y de Judá. Benaías, el hijo de Joyadá, respondió al rey: —¡Amén! Que así lo decrete el Señor, Dios de mi señor, el rey. Que el Señor esté con Salomón como lo ha estado con mi señor, el rey, y que haga su reino más poderoso que el reino de mi señor, el rey David.

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