1 CORINTIOS 7:1-16
1 CORINTIOS 7:1-16 BLP
En cuanto a lo que me consultasteis por escrito, («es cosa de alabar el que el varón renuncie a tener relaciones con una mujer»). Ante el peligro de la lujuria, que cada uno tenga su mujer, y cada mujer su marido. El marido debe cumplir su obligación conyugal con la mujer, y lo mismo la mujer con el marido. Porque la mujer ya no es dueña de su propio cuerpo; lo es el marido. Como tampoco el marido es dueño de su cuerpo; lo es la mujer. No pongáis dificultades a vuestra mutua entrega, a no ser de común acuerdo y por cierto tiempo con el fin de dedicaros a la oración. Pero luego debéis volver a la vida normal de matrimonio, no sea que, incapaces de guardar continencia, Satanás os arrastre al pecado. Esto os lo digo más en plan de concesión que de mandato. Bien quisiera yo que todos imitasen mi ejemplo; pero cada uno ha recibido de Dios su propio don: unos de un modo y otros de otro. Excelente cosa es —a los solteros y a las viudas se lo digo— que se mantengan como yo. Pero, si son incapaces de dominarse, que se casen. Mejor es casarse que dejarse abrasar por la pasión. Para los casados, tengo una orden del Señor, no mía, que manda que la mujer no se separe del marido. Y si tuviera que separarse, que permanezca sin casarse o se reconcilie con su marido. Y que tampoco el marido se divorcie de su mujer. En otros casos no es el Señor, sino yo, quien les dice que si un cristiano está casado con una mujer que no es cristiana, pero acepta seguir viviendo con él, no se divorcie de ella. Y de igual modo, si una mujer cristiana está casada con un hombre que no es cristiano, pero acepta vivir con ella, no se divorcie de él. La razón es que, tanto el marido como la mujer que no son cristianos, quedan consagrados a Dios por sus respectivos cónyuges cristianos. Y de este modo vuestros hijos están consagrados a Dios, mientras que, en caso contrario, no lo estarían. Ahora bien, si la parte no cristiana quiere separarse, que lo haga. En este caso, el hermano o la hermana cristianos quedan libres, ya que si Dios nos ha llamado es para que vivamos en paz. Porque ¿estás tú segura, mujer, de que conseguirías salvar a tu marido? Y tú, marido, ¿estás seguro de que salvarías a tu mujer?