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Cantares 2:7-17

Cantares 2:7-17 NVI

Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desveléis ni molestéis a mi amada hasta que ella quiera despertar. ¡La voz de mi amado! ¡Miradlo, aquí viene! Saltando por las colinas, brincando por las montañas. Mi amado es como un venado; se parece a un cervatillo. ¡Miradlo, de pie tras nuestro muro, espiando por las ventanas, atisbando por las celosías! Mi amado me habló y me dijo: «¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa! ¡Mira, el invierno se ha ido, y con él han cesado y se han ido las lluvias! Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas. La higuera ofrece ya sus primeros frutos, y las viñas en ciernes esparcen su fragancia. ¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!» Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en las hendiduras de las montañas, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; pues tu voz es placentera y hermoso tu semblante. Atrapad a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor. Mi amado es mío, y yo soy suya; él apacienta su rebaño entre azucenas. Antes de que el día despunte y se desvanezcan las sombras, regresa a mí, amado mío. Corre como un venado, como un cervatillo por colinas escarpadas.