Salmo 119:81-120
Salmo 119:81-120 NVI
Esperando tu salvación se me va la vida. En tu palabra he puesto mi esperanza. Mis ojos se consumen esperando tu promesa, y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?» Parezco un odre ennegrecido por el humo, pero no me olvido de tus decretos. ¿Cuánto más vivirá este siervo tuyo? ¿Cuándo juzgarás a mis perseguidores? Me han cavado trampas los insolentes, los que no viven conforme a tu ley. Todos tus mandamientos son fidedignos; ¡ayúdame!, pues falsos son mis perseguidores. Por poco me borran de la tierra, pero yo no abandono tus preceptos. Por tu gran amor, dame vida y cumpliré tus estatutos. Tu palabra, SEÑOR, es eterna, y está firme en los cielos. Tu fidelidad permanece para siempre; estableciste la tierra, y quedó firme. Todo subsiste hoy, conforme a tus decretos, porque todo está a tu servicio. Si tu ley no fuera mi regocijo, la aflicción habría acabado conmigo. Jamás me olvidaré de tus preceptos, pues con ellos me has dado vida. ¡Sálvame, pues te pertenezco y escudriño tus preceptos! Los impíos me acechan para destruirme, pero yo me esfuerzo por entender tus estatutos. He visto que aun la perfección tiene sus límites; ¡solo tus mandamientos son infinitos! ¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella. Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos porque me pertenecen para siempre. Tengo más discernimiento que todos mis maestros porque medito en tus estatutos. Tengo más entendimiento que los ancianos porque obedezco tus preceptos. Aparto mis pies de toda mala senda para cumplir con tu palabra. No me desvío de tus juicios porque tú mismo me instruyes. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la miel a mi boca! De tus preceptos adquiero entendimiento; por eso aborrezco toda senda de mentira. Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero. Hice un juramento, y lo he confirmado: que acataré tus rectos juicios. SEÑOR, es mucho lo que he sufrido; dame vida conforme a tu palabra. SEÑOR, acepta la ofrenda que brota de mis labios; enséñame tus juicios. Mi vida pende de un hilo, pero no me olvido de tu ley. Los impíos me han tendido una trampa, pero no me aparto de tus preceptos. Tus estatutos son mi herencia permanente; son el regocijo de mi corazón. Inclino mi corazón a cumplir tus decretos para siempre y hasta el fin. Aborrezco a los hipócritas, pero amo tu ley. Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. ¡Malhechores, apartaos de mí, que quiero cumplir los mandamientos de mi Dios! Sostenme conforme a tu promesa, y viviré; no defraudes mis esperanzas. Defiéndeme, y estaré a salvo; siempre optaré por tus decretos. Tú rechazas a los que se desvían de tus decretos, porque solo maquinan falsedades. Tú desechas como escoria a los impíos de la tierra; por eso amo tus estatutos. Mi cuerpo se estremece por el temor que me inspiras; siento reverencia por tus leyes.