Salmo 119:108-142
Salmo 119:108-142 NVI
SEÑOR, acepta la ofrenda que brota de mis labios; enséñame tus juicios. Mi vida pende de un hilo, pero no me olvido de tu ley. Los impíos me han tendido una trampa, pero no me aparto de tus preceptos. Tus estatutos son mi herencia permanente; son el regocijo de mi corazón. Inclino mi corazón a cumplir tus decretos para siempre y hasta el fin. Aborrezco a los hipócritas, pero amo tu ley. Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. ¡Malhechores, apartaos de mí, que quiero cumplir los mandamientos de mi Dios! Sostenme conforme a tu promesa, y viviré; no defraudes mis esperanzas. Defiéndeme, y estaré a salvo; siempre optaré por tus decretos. Tú rechazas a los que se desvían de tus decretos, porque solo maquinan falsedades. Tú desechas como escoria a los impíos de la tierra; por eso amo tus estatutos. Mi cuerpo se estremece por el temor que me inspiras; siento reverencia por tus leyes. Yo practico la justicia y el derecho; no me dejes en manos de mis opresores. Garantiza el bienestar de tu siervo; que no me opriman los arrogantes. Mis ojos se consumen esperando tu salvación, esperando que se cumpla tu justicia. Trata a tu siervo conforme a tu gran amor; enséñame tus decretos. Tu siervo soy: dame entendimiento y llegaré a conocer tus estatutos. SEÑOR, ya es tiempo de que actúes, pues tu ley está siendo quebrantada. Sobre todas las cosas amo tus mandamientos, más que el oro, más que el oro refinado. Por eso tengo en cuenta todos tus preceptos y aborrezco toda senda falsa. Tus estatutos son maravillosos; por eso los obedezco. La exposición de tus palabras nos da luz, y da entendimiento al sencillo. Anhelante abro la boca porque ansío tus mandamientos. Vuélvete a mí, y ten compasión como haces siempre con los que aman tu nombre. Guía mis pasos conforme a tu promesa; no dejes que me domine la iniquidad. Líbrame de la opresión humana, pues quiero obedecer tus preceptos. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo; enséñame tus decretos. Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu ley no se obedece. SEÑOR, tú eres justo, y tus juicios son rectos. Justos son los estatutos que has ordenado, y muy dignos de confianza. Mi celo me consume, porque mis adversarios pasan por alto tus palabras. Tus promesas han superado muchas pruebas, por eso tu siervo las ama. Insignificante y menospreciable como soy, no me olvido de tus preceptos. Tu justicia es siempre justa; tu ley es la verdad.