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2 Crónicas 34:14-33

2 Crónicas 34:14-33 NVI

Al sacar el dinero recaudado en el templo del SEÑOR, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del SEÑOR, dada por medio de Moisés. Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del SEÑOR». Entonces se lo entregó, y Safán se lo llevó al rey. Le dijo: ―Tus siervos están haciendo todo cuanto se les ha encargado. Han recogido el dinero que estaba en el templo del SEÑOR, y se lo han entregado a los supervisores y a los trabajadores. En sus funciones de cronista, Safán también informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras en señal de duelo y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías, su ministro personal: ―Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, id a consultar al SEÑOR por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Sin duda que la gran ira del SEÑOR se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este libro. Jilquías y los demás comisionados del rey fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de Jarjás. Huldá les contestó: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Decidle al que os ha enviado que yo, el SEÑOR, les advierto: ‘Voy a enviar una desgracia sobre este lugar y sus habitantes, y haré que se cumplan todas las maldiciones que están escritas en el libro que se ha leído ante el rey de Judá. Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses, y con todos sus ídolos han provocado mi furor. Por eso arde mi ira contra este lugar, y no se apagará’. Pero al rey de Judá, que os envió para consultarme, decidle que yo, el SEÑOR, Dios de Israel, digo en cuanto a las palabras que él ha oído: ‘Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el SEÑOR, lo afirmo. Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que voy a enviar sobre este lugar y sobre sus habitantes’ ”». Así que ellos regresaron para informar al rey. Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del SEÑOR y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del SEÑOR. Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el SEÑOR renovó el pacto. Se comprometió a seguir al SEÑOR y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro. Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados. Josías suprimió todas las costumbres detestables que había en todo el territorio de los israelitas, e hizo que todos los que se hallaban en Israel adoraran al SEÑOR su Dios. Mientras Josías vivió, no abandonaron al SEÑOR, Dios de sus antepasados.