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Santiago LA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SANTIAGO

LA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SANTIAGO
INTRODUCCIÓN
Carácter y objetivo de la epístola
El autor de este escrito se revela como una persona práctica, para quien la realidad de la fe en Cristo debe ser demostrada por los hechos y actitudes de quienes la profesan.
La Epístola de Santiago (Stg) no está especialmente dedicada a adoctrinar acerca de cuestiones teológicas, sino a exhortar a los creyentes a que sean «hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores» (1.22). En consecuencia, la redacción se caracteriza por el énfasis que pone en los diversos aspectos sobre los que debe basarse la conducta cristiana y en los cuales va fijando sucesivamente la atención.
Esta carta es más bien un escrito de carácter impersonal, una instrucción ética dirigida a la generalidad de las comunidades cristianas, designadas en conjunto como «las doce tribus que están en la dispersión» (1.1), título tomado de la historia judía y con el cual se significa de forma figurada al nuevo Israel convocado en Cristo.
Sorprende en Santiago el que solo en dos ocasiones se mencione el nombre de Jesús (1.1; 2.1); y también el que nada se diga acerca de su vida, muerte y resurrección. Sin embargo, la fe del autor inspira todo el discurso y se hace manifiesta en las referencias al «buen nombre que fue invocado sobre vosotros» (2.7), y la proximidad de «la venida del Señor» (5.7-8), expectativa fervorosa de la iglesia de los primeros tiempos.
Un rasgo de la epístola es la intensidad con que en ella resuena la literatura sapiencial del AT (véase Introducción a Proverbios). El tema de la sabiduría, en cuanto al don que procede de Dios, ocupa un lugar preeminente en el pensamiento de Santiago (1.5; 3.13-18), para quien ser sabio no consiste en poseer grandes conocimientos científicos, humanísticos o teológicos, sino en conducirse con rectitud (4.17), «en sabia mansedumbre» (3.13), de acuerdo con la voluntad de Dios.
Las exhortaciones de Santiago, pronunciadas desde una perspectiva ética de la fe personal, recuerdan las de Jesús en los sinópticos (véase Introducción a los evangelios), más especialmente en Mateo, en discursos como el Sermón del monte (Mt 5—7). Así sucede cuando Santiago se refiere a la sinceridad de la fe (1.22-25; 2.14-16; 3.13-18), a resistir las pruebas con paciencia (1.2-4,12-15; 5.7-11), a no juzgar a los demás (2.12-13; 4.11-12), a refrenar la lengua (1.26; 3.1-12), a no jurar (5.12) y a perseverar en la oración (5.13-18). Esas y otras enseñanzas del Señor se hallan en el trasfondo de la epístola, probablemente la más cercana en todo el NT a la metodología pedagógica de los maestros judíos.
Autor, estilo y época
Se ha especulado mucho en torno a la personalidad del autor de esta carta. Una antigua tradición de la iglesia lo identifica con el apóstol Santiago (o Jacobo), figura significativa en la iglesia de Jerusalén (Gl 2.9,12; cf. Hch. 12.17; 15.13; 21.18), a quien Pablo se refiere como «Jacobo el hermano del Señor» (Gl 1.19; cf. Mt. 13.55; Mr. 6.3), hermano también del apóstol Judas (Jud. 1.1. Véase Introducción a la epístola de San Judas). Pero los datos históricos conocidos no son suficientes para establecer conclusiones definitivas al respecto.
Lo que sabemos es que el redactor de la Epístola de Santiago dominaba la lengua griega con inusual maestría. Como obra literaria, este texto es uno de los más sobresalientes del NT, por su corrección gramatical, por la amplitud de su léxico y por la riqueza de sus metáforas, ejemplos, símiles y diálogos retóricos.
La redacción, por otra parte, contiene huellas evidentes de una mentalidad semítica. Es evidente que Santiago fue un hebreo palestino, poseedor de una amplia formación helenística, y que escribió sobre todo para cristianos de origen judío que vivían en la diáspora desde la destrucción de Jerusalén en el año 70 (véase Introducción al Nuevo Testamento).
Esquema del contenido:
Salutación (1.1)
La sabiduría que viene de Dios (1.2-11)
Soportando las pruebas (1.12-18)
Hacedores de la palabra (1.19-27)
Amonestación contra la parcialidad (2.1-13)
La fe sin obras es muerta (2.14-26)
La lengua (3.1-12)
La sabiduría de lo alto (3.13-18)
La amistad con el mundo (4.1-10)
Juzgando al hermano (4.11-12)
No os gloriéis del día de mañana (4.13-17)
Contra los ricos opresores (5.1-6)
Sed pacientes y orad (5.7-20)

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