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Jeremías 5:1-31

Jeremías 5:1-31 TLA

Dios dijo: «Vayan por las calles de Jerusalén; miren bien por las plazas, y busquen a una sola persona buena, que haga justicia y diga la verdad. Si la encuentran, entonces yo perdonaré a la ciudad. Porque ellos juran en mi nombre, pero nunca cumplen sus promesas». Yo contesté: «Dios de Israel, yo sé que tú buscas gente honesta. Pero este pueblo es muy terco y más duro que una roca; no ha querido arrepentirse. Por eso lo has castigado, pero parece que no le dolió; y aunque lo has aplastado, no ha querido hacerte caso. Yo creía que solo la gente común se comportaba tontamente, y no entendía tus órdenes ni lo que tú quieres que hagan. Entonces decidí hablar con sus jefes, pues creí que ellos sí entenderían. Pero también ellos te desobedecieron y no quisieron hacerte caso. Esta gente ha pecado muchas veces, y muchas otras te ha traicionado. Sus enemigos están ahora escondidos cerca de las ciudades de Judá y están a punto de atacar. Vendrán como leones feroces, como leopardos o lobos del desierto, ¡los atacarán y los harán pedazos! Todo el que salga de la ciudad será despedazado». «Israelitas, ¿qué les hace pensar que los voy a perdonar? ¡Sus hijos me abandonaron, y han jurado por dioses falsos! Yo les di todo lo que necesitaban, pero ellos me fueron infieles; ¡no hubo uno solo de ellos que no corriera tras dioses falsos! Parecen caballos en celo: ¡relinchan de ganas por la mujer ajena! Este pueblo merece mi castigo y debo vengarme de ellos. Les juro que lo haré. »La gente de Israel y de Judá me traicionó, y ya no es mi pueblo. ¡Que los invada el enemigo! ¡Que les cause grandes daños! Pero no permitiré que los destruya del todo. Juro que así será. »Se han atrevido a negarme; ¡hasta afirman que yo no existo! Dicen que nada malo les pasará, que vivirán en paz y no pasarán hambre. Pero yo soy el Dios todopoderoso, y mis palabras, en tus labios, serán como un fuego que los hará arder como leña. »Tú, Jeremías, les dirás de mi parte: “Sus profetas no valen nada, pues no hablan de parte de Dios. Y ahora, por lo que han dicho, sufrirán la guerra y el hambre que jamás pensaron sufrir”. »Israelitas, yo les aseguro que voy a lanzar contra ustedes una nación que viene de lejos. Es una nación muy poderosa y antigua. Ustedes no hablan su idioma, así que no entenderán lo que digan. Tiene guerreros valientes y cuando disparan sus flechas, es seguro que alguien muere. Destruirán las ciudades amuralladas, en las que ustedes se sienten seguros. Se comerán sus cosechas y su comida, matarán a sus hijos y a sus hijas, acabarán con sus ovejas y sus vacas, y destruirán sus viñas y sus higueras. »Sin embargo, no destruiré por completo a Judá. Y cuando los que sobrevivan te pregunten: “¿Por qué nos hizo todo esto nuestro Dios?”, tú, Jeremías, les contestarás: “Ustedes abandonaron a nuestro Dios, y en su propia tierra adoraron a dioses extranjeros. Por eso tendrán que servir a gente extraña en un país que no será el de ustedes”. »Quiero que esto lo sepan todos en los reinos de Israel y de Judá: Escucha, pueblo tonto y estúpido, que tiene ojos pero no quiere ver, que tiene oídos pero no quiere oír. »Yo, su Dios, pregunto: ¿Ya no me quieren obedecer? ¿Ya no me tienen respeto? Fui yo quien le puso límite al mar y aunque sus olas se pongan bravas y hagan mucho ruido, no van más allá de la playa. Pero este pueblo es muy rebelde; me abandonó y se fue por mal camino. Jamás se puso a pensar: “Debemos adorar a nuestro Dios, pues él es quien nos da la lluvia cuando más nos hace falta; nos la manda en otoño y primavera, y nos deja cosechar a tiempo”. Pero todo esto ha cambiado por causa de sus muchos pecados; por eso ustedes ya no disfrutan de todos esos beneficios. Hay entre ustedes gente tan mala, que cuando ponen trampas no lo hacen para cazar pájaros sino para atrapar personas. Sus casas parecen jaulas; ¡pero no están llenas de pájaros, sino repletas de cosas robadas! Así fue como se llenaron de plata y llegaron a ser poderosos. Su maldad no tiene límites. Están demasiado gordos y demasiado llenos de orgullo. No les hacen justicia a los huérfanos, ni reconocen los derechos de los pobres. ¿Y acaso piensan ustedes que no los castigaré por todo esto? ¿Qué les hace pensar que no me voy a vengar de ustedes? Les juro que sí lo haré. »¡Miren lo que pasa en el país! ¡Esto es algo muy terrible! Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes enseñan lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero cuando llegue el desastre, nadie acudirá en su ayuda».

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