Dios Es Tu Defensor: 5 Días De Plan DevocionalMuestra

La verdadera batalla

«No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR» (Levítico 19:18 NVI).

Si vamos a apoyarnos en Dios para que sea nuestro defensor, entonces tenemos que aclarar con quién es la verdadera batalla cuando se trata de dejar que Dios sea Dios. La verdadera batalla es con nosotros mismos. Nuestro sentido de lo correcto e incorrecto. Nuestras personalidades. El equipaje que cargamos de experiencias anteriores. Todo esto tiene un impacto en nuestra capacidad y voluntad de permitir que Dios nos defienda en lugar de saltar a la lucha con la retribución en nuestros corazones y las palabras afiladas en nuestras lenguas, o esconder esas heridas bajo la alfombra para que nadie las vea. No podemos controlar la forma en que la gente que nos rodea nos va a tratar. No podemos controlar sus reacciones, sus quejas o su negligencia. Las únicas personas en la ecuación que podemos elegir como nos comportaremos somos nosotros.

A veces quiero excusar mi respuesta a una herida minimizando mi reacción. Pero cada vez que tomo el asunto en mis manos sin llevarlo primero a Dios, corro el riesgo de violar estas importantes palabras: «No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR» (Levítico 19:18 NVI). ¿Significa eso que nunca debo hablar o enfrentarme a alguien? Por supuesto que no. Lo que significa es que primero debo buscar la limpieza de Dios de mi propio corazón para que en mi ira o mi dolor o en mi confusión o en mi sentido de rechazo o violación, no responda de forma pecaminosa. Identificar cómo respondes comúnmente en situaciones hirientes te ayudará a enmarcar mejores respuestas y a tener perspectivas más saludables. 

Otro factor que influye en tu respuesta es la gente con la que te rodeas. A menudo, nuestras formas más mezquinas de venganza se dan en algunas de nuestras relaciones más cercanas. Aunque a veces son las personas que no conocemos las que se llevan todo el peso de nuestras mayores reacciones a las frustraciones y heridas. ¿Qué ocurre en esos momentos? Las barandillas que pueden mantenernos a salvo en las relaciones más cercanas a veces se derrumban con las personas que no conocemos, y podemos encontrarnos reaccionando muy lejos de lo que es útil, de lo que es bueno, de lo que es de Dios. Hubo momentos en los que Jesús tuvo que confrontar, pero también sabía cuándo debía retirarse. 

Si vamos a dejar que Dios sea nuestro defensor, tenemos que entender la diferencia entre alguien que nos hace daño injustamente y alguien que simplemente tiene problemas de estilo. Cualquiera que sea el mal, el daño o la injusticia que yo enfrente, esa experiencia inicial marca el comienzo de un viaje hacia un lugar donde descanso plenamente en tener a Dios como mi defensor. Es un viaje con muchos altibajos. Es un viaje en el que tengo que enfrentarme a algunas verdades incómodas sobre mí misma.

No siempre llegamos a tener un cierre, cuando todos los males y heridas se resuelven. Pero cuando fui honesta conmigo misma y vi que el punto de este viaje en el que me encontraba era mi relación con Dios, algo cambió. Se convirtió en mi misión descubrir su lugar como mi defensor. Así que sé honesto contigo mismo. ¿Es la venganza tu mayor prioridad? ¿O lo es Dios?

Responde 

• ¿Cómo tiendes a responder a las palabras o acciones hirientes de alguien?  


• ¿Qué significa llevar tus sentimientos y circunstancias a Dios antes de responder a una persona? 


• ¿Qué significa dejar que Dios sea tu defensor en lugar de vengarte tú mismo?