Navidad Es Una Promesa CumplidaSample

Aunque la Navidad es una temporada festiva, es un tiempo en el que parece que todo se envuelve en una atmósfera especial: el aire se siente más fresco, las hojas de los árboles adquieren un brillo único, y las estrellas parpadean con una luz diferente, inspirándonos a capturar destellos de eternidad.

Es, sin duda, una temporada fascinante, en la que percibimos que hasta el universo se viste de fiesta. La Navidad trae consigo tantas sorpresas maravillosas, ya sean regalos guardados en secreto bajo el árbol navideño o visitantes queridos que llegan a nuestra puerta con los brazos llenos de amor y amistad.

Sin embargo, todas estas muestras de afecto y resplandor palidecen en comparación con la historia que marcó la llegada del Hijo de Dios a este mundo. Antes de la primera Navidad, Él había sido, desde la eternidad, el divino Hijo y la segunda persona de la Trinidad. Fue el agente de Dios en la creación; por medio de Él y para Él fue creado todo lo que existe. Desde el principio de los tiempos, Él ha sostenido el universo en cada momento (Col. 1:16).

Un nuevo día había llegado para la humanidad: la auténtica luz de la vida, que alumbra a todo hombre, estaba por entrar en este mundo. La encarnación haría visible la imagen de Dios en forma humana. Al principio, aunque nadie lo reconoció, Él no era un extraño para Su creación; siempre había estado allí y era el mismo autor de todas las cosas. No vino a un mundo ajeno, sino a lo que era Suyo.

Apreciado lector, la Navidad nos recuerda que no vivimos por casualidad, ni somos producto del azar o del simple deseo de nuestros padres terrenales. Existimos por la voluntad de Dios, quien quiso revelarse a sí mismo en forma humana. En ese sueño de amor, Él nos permitió nacer para Su gloria. Por eso, todo aquel que reconoce su vínculo con Jesucristo, convencido de que Él es su vida original y que Su nombre lo define, confirma que es realmente hijo de Dios. Jesús certifica la legitimidad de este linaje divino.

La Navidad nos permite celebrar la gloria de Dios, quien logró con éxito hacernos Sus hijos. Nos invita a recordar quién es Él realmente: el Dios que está por nosotros y con nosotros. Pero, lo más significativo, es celebrar el hecho de que Dios está en nosotros (Col. 1:27).

Celebramos porque Él se despojó de todo, excepto del amor, y por eso podemos ser llenos de Su amor.
Celebramos porque, aunque en la cruz fue abandonado, tú y yo jamás estaremos solos.
La Navidad nos recuerda, querido lector, que Él se acercó a nosotros; en consecuencia, podemos acercarnos siempre confiadamente a Él.