Controla Lo Que Te ControlaSample
TIENES DERECHO A ENFADARTE.
Está bien, es normal y es natural.
Dios nos recuerda esto diciendo:
«Si alguna vez os enojáis, que vuestro enojo no llegue hasta el punto de pecar, ni que os os dure más allá de la puesta de sol» (Efesios 4:26).
Dios da por hecho que nos vamos a enfadar en algún momento («si alguna vez os enojáis...») y por tanto, nos entrega dos principios:
1) EVITAR PECAR.
Hay cosas que pueden molestarnos y hacernos reaccionar de forma airada. Dios nos recuerda que si bien esto es lícito, es conveniente evitar en nuestro enfado hacer algo que nos haga culpables de pecado (calumnias, injurias, ofensas...).
Eso es ciertamente difícil en un momento como ese, porque necesitamos liberar toda esa rabia de alguna forma. En el día anterior vimos que eso no es malo y que es necesario para lograr el equilibrio y no llegar al desbordamiento.
Así que de nuevo; el problema no es soltar, sino cómo soltamos.
¿Cómo estás reaccionando? ¿Qué estás haciendo que te hace caer en pecado? ¿Cómo podrías evitarlo? ¿Qué te calma en momentos de tensión? Haz una reflexión y busca tu propia manera.
Podríamos escribir mil formas pero cada uno somos únicos y distintos entre nosotros y por tanto, para cada uno de nosotros la respuesta probablemente será diferente. Recapacita y tómate un tiempo para valorar y tomar la mejor alternativa según tu situación particular, forma de ser y reaccionar, lo que a ti te tranquiliza en momentos de estrés...
Si te sientes perdido y no estás seguro que cuáles son tus respuestas, quizás es una señal de que deberías pasar más tiempo contigo mismo y conocerte mejor para aprender cómo puedes gestionar esas sensaciones y descubrir más sobre ti. ¡Ahora es el momento para empezar a hacerlo! :)
2) NO DEJAR QUE SE HAGA HERIDA.
Enfádate. Pero no dejes que pase el día sin disculparte. Al discutir causamos heridas que necesitamos limpiar a tiempo para que no supuren, porque sino, con el paso de los días se pone peor, se incrusta y no puede cicatrizar de la manera correcta, creando más dolor. Quizás superficialmente parece que todo está bien porque se ha cerrado la herida, pero hemos dejado que se cierre sin desinfectar: el problema sigue estando ahí y sigue doliendo. No podemos dejar las heridas abiertas.
Si causas una herida a alguien, límpiala antes de que se incrustre, habla para que se pueda cicatrizar. El odio nos pudre, el perdón es vital en la vida cristiana:
«Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó.» – Colosenses 3:13
El mal envenena por dentro. Perdona y sigue adelante, no guardes rencor en tu corazón, apártate y cuídate de esas amarguras innecesarias que nos corroen por dentro y anidan en nosotros.
Esto es lo dice Dios sobre la justicia, que confíes y que se la entregues a Él ⤵️
«No paguemos a nadie mal por mal. Procuremos hacer lo bueno a los ojos de todo el mundo. Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» Por lo tanto, si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber. Si así lo hacemos, haremos que este se avergüence de su conducta. No permitamos que nos venza el mal. Es mejor vencer al mal con el bien» (Romanos 12:17-21).
Lo que nos lleva al último punto:
3) SU VENGANZA ES JUSTA, LA NUESTRA NO.
Nosotros siempre queremos pagar el doble del daño que hemos sufrido, causar todo el que podamos de vuelta como penitencia, pero Dios paga objetivamente conforme a las obras de cada uno, y Él tiene mucha más sed de justicia que nosotros.
No tomes revancha, no planees hacer caer a tu adversario.
Las cosas caen por su propio peso y Dios alcanza a los sabios en su propia astucia, nadie queda impune de sus obras pero no te corresponde a ti hacerlas pagar.
About this Plan
Logra ser un mejor reflejo de Jesús respondiendo con sabiduría y mansedumbre aún en momentos de tensión. «Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y también con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De una misma fuente no brota agua dulce y agua salada» (Santiago 3:9-11).
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