AGRADECIDA

Lucas 16:17 (TCB)

Agradecido, se postró con su rostro a los pies de Jesús, dando gloria a Dios. Él era samaritano.

En una ocasión acompañé a un familiar a su cita con el cardiólogo. Cuando el médico me vio, me preguntó: “¿Está usted bien?”. Mi presión arterial estaba sumamente elevada. Recién me había trasladado a los Estados Unidos y no tenía seguro médico, pero ese día el doctor me atendió y durante un año me dio seguimiento con medicamentos incluidos gratuitamente. Estaba muy agradecida y en cada visita le expresaba mi gratitud por su atención médica, pidiéndole a Dios que bendijera su vida.

¿Has experimentado gratitud hacia alguien en tu vida? ¿Cuál ha sido tu actitud hacia quienes te han hecho un bien? Una persona agradecida no solo siente gratitud, sino que también la muestra.

En las Escrituras leemos que Jesús, caminando hacia Jerusalén, entró a un pueblo, y allí fueron a su encuentro un grupo de diez hombres leprosos. A la distancia le gritaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” Al llamar a Jesús “Maestro”, estos hombres reconocían su autoridad. El término “Maestro”, utilizado por Lucas, es “epistáte”, que en griego se refiere a una persona con autoridad, como un presidente o un administrador. Estos hombres clamaron con fe, convencidos de que Jesús podía sanarlos porque lo veían como una persona de autoridad.

Jesús, quien siempre nos ve, les dijo: “Vayan, preséntense ante los sacerdotes”. Pero, ¿por qué presentarse ante los sacerdotes? Porque eran los encargados de declarar a las personas limpias. Para los judíos, la lepra los convertía en ceremonialmente impuros, ineptos para adorar y eran marginados por la sociedad. Es notable la obediencia de estos diez leprosos al mandato de Jesús. La sanidad de estos leprosos no fue instantánea; mientras iban a presentarse ante los sacerdotes, fueron milagrosamente limpiados de su enfermedad. El milagro no ocurrió en el templo ni en la sinagoga, sino en el camino. La sanidad fue progresiva mientras caminaban en obediencia a la palabra de Jesús.

Es impresionante que, de diez hombres sanados de lepra, solo uno, al verse sano, se detuvo, miró atrás, se dio la vuelta (regresó) y fue a donde estaba Jesús. A la distancia clamó por misericordia y, ante la evidencia de su sanidad, se acercó a Jesús dando gracias. El texto bíblico nos dice que estaba agradecido (v. 16). La actitud de su agradecimiento lo llevó a los pies de Jesús. Se postró con su rostro en el suelo, en postura de adoración, reconociendo su misericordia y dando gracias y gloria a Dios por lo que Jesús había hecho en él. Lo mejor que podemos ofrecer a Jesús es rendirnos y entregarnos a Él en adoración.

Jesús, sorprendido, preguntó: “¿No fueron diez los sanados? ¿Dónde están los otros nueve?”. Tal vez para esos nueve hombres que no reaccionaron con gratitud era más importante presentarse a los sacerdotes para ser declarados limpios, puros y aptos para adorar, que regresar y ser agradecidos ante Jesús.

Jesús destacó que el único que tuvo una actitud de gratitud fue un extranjero, pues éste era samaritano. Jesús no solo lo sanó, sino que también lo salvó por su fe.

¿Cuán distante te encuentras de Jesús, clamando por su misericordia? Jesús te ve, su mirada está fija en ti. Él oye tu gemido, se inclina hacia ti y está atento a tu clamor. Hoy te dice: “Camina hacia mí, hay salvación y sanidad para tu alma". Puedes estar clamando a la distancia, pero si te acercas a sus pies con un corazón agradecido, seguro que Él te está esperando.

Dalila Gómez, Puerto Rico