Comunión Con Dios a Través De La OraciónMuestra
Sabemos que la oración es una autopista de doble vía; por un canal suben al trono del Dios de toda gracia, nuestros más profundos deseos, afectos, pensamientos y suspiros del corazón. Y por el otro, desciende toda la riqueza de las profundidades inagotables del amor, el conocimiento y el cuidado de nuestro Padre Celestial, para con cada uno de nosotros, Sus hijos. Lo interesante de la oración, es que nos permite estar a diario en la presencia del Señor, la cual está destinada a ser una parte regular y activa en nuestras vidas; así como experimentamos cotidianamente la cercanía, el amor y el cuidado de aquellos con quienes hacemos vida todos los días.
Es gracias a la guía del Espíritu Santo sobre el apostolado o ministerio de Pedro y de forma específica, gracias a sus oraciones registradas en el texto Bíblico, que sabemos que somos extranjeros y peregrinos en esta tierra, lo cual nos permite vivir con la expectativa de una patria mejor, es decir, la celestial. Es por esto, por lo que el Apóstol Pedro nos transfiere algunos aspectos o principios espirituales en sus oraciones, que valdría la pena considerarlos a la hora de construir las nuestras para el Señor.
El destinatario: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo”.
En su propia experiencia de vida, Pedro vivió el fracaso ministerial al negar a Jesús en tres oportunidades, y fue el mismo Cristo resucitado quien le restauró a una experiencia significativa de fe y discipulado, y de paso, restauró su ministerio y reafirmó Su llamado (Jn.21:1-19). Sin duda alguna, tanto en Simón Pedro, como en mi vida y de seguro, también en la tuya, lo que más nos asombra, impacta y derrite nuestro corazón ante la presencia de Dios, es haber sido restaurados por medio de Su gracia.
Gracia manifestada, amplia y profundamente sobre nuestras vidas, cuando estábamos muertos espiritualmente a causa de nuestras ofensas contra Dios. Pero, más aún, gracia sublime, derramada continuamente sobre nuestras vidas, como las olas del mar, una tras otra, nunca suficiente, siempre más. Porque a pesar de conocerle, seguíamos pecando (1 Jn. 1:8-10).
Es que, así es nuestro Padre Celestial, nos ama, tal cual somos y, a pesar de lo que somos. Pero, en su infinito amor, nos va transformando, día a día, momento a momento. Es claro, que Él no aprueba nuestro pecado, sino que ama lo que seremos, gracias a la obra de Su Hijo Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, en nuestro interior y en el tiempo.
“Sígueme” es el llamado final que le hace el Cristo resucitado a Simón Pedro, y es el mismo llamado o invitación que nos hace El Señor hoy; un llamado que contiene la paciencia, la misericordia, la gracia de Cristo, y que mueve continuamente el corazón de nuestro Padre Celestial a mirarnos con ternura, cuando elevamos nuestras oraciones continuamente al trono de Su gracia.
Acerca de este Plan
¿Lo has pensado alguna vez? ¿Cómo habría sido de maravilloso haber escuchado las alabanzas, peticiones u oraciones dirigidas al Señor, por alguno de Sus discípulos, luego de que el Señor ascendiera a los cielos? Qué privilegio sería poder escuchar una oración de Juan, Pedro o del mismo Pablo, quien tuvo un encuentro con el mismo Jesucristo camino a Damasco.
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Nos gustaría agradecer a Conociendo a Dios por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://conectar.conociendoadios.net/