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Hechos 24:1-25

Hechos 24:1-25 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Cinco días después, el sumo sacerdote Ananías bajó a Cesarea con algunos de los líderes religiosos y un abogado llamado Tértulo, para presentar ante el gobernador las acusaciones contra Pablo. Cuando se hizo comparecer al acusado, Tértulo expuso su caso ante Félix: —Excelentísimo Félix, bajo su mandato hemos disfrutado de un largo período de paz, y gracias a la previsión suya se han llevado a cabo reformas en pro de esta nación. En todas partes y en toda ocasión reconocemos esto con profunda gratitud. Pero a fin de no importunarlo más, le ruego que, con la bondad que lo caracteriza, nos escuche brevemente. Hemos descubierto que este hombre es una plaga que por todas partes anda provocando disturbios entre los judíos. Es jefe de la secta de los nazarenos. Incluso trató de profanar el Templo; por eso lo prendimos. Usted mismo, al interrogarlo, podrá cerciorarse de la verdad de todas las acusaciones contra él. Los judíos corroboraron la acusación al afirmar que todo esto era cierto. Cuando el gobernador le concedió la palabra con un gesto, Pablo respondió: —Sé que desde hace muchos años usted ha sido juez de esta nación; así que de buena gana presento mi defensa. Usted puede comprobar fácilmente que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar. Mis acusadores no me encontraron discutiendo con nadie en el Templo ni promoviendo motines entre la gente en las sinagogas ni en ninguna otra parte de la ciudad. Tampoco pueden probarle a usted las cosas de que ahora me acusan. Sin embargo, esto sí confieso: que adoro al Dios de nuestros antepasados siguiendo este Camino que mis acusadores llaman secta, pues estoy de acuerdo con todo lo que enseña la Ley y creo lo que está escrito en los Profetas. Tengo en Dios la misma esperanza que estos hombres profesan, de que habrá una resurrección de los justos y de los injustos. En todo esto procuro conservar siempre limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres. »Después de una ausencia de varios años, volví a Jerusalén para traerle donativos a mi pueblo y presentar ofrendas. En esto estaba, habiéndome ya purificado, cuando me encontraron en el Templo. No me acompañaba ninguna multitud ni estaba implicado en ningún disturbio. Los que me vieron eran algunos judíos de la provincia de Asia, y son ellos los que deberían estar delante de usted para formular sus acusaciones, si es que tienen algo contra mí. De otro modo, estos que están aquí deberían declarar qué delito hallaron en mí cuando comparecí ante el Consejo, a no ser lo que exclamé en presencia de ellos: “Es por la resurrección de los muertos por lo que hoy estoy siendo juzgado delante de ustedes”. Entonces Félix, que estaba bien informado del Camino, suspendió la sesión. —Cuando venga el comandante Lisias, decidiré su caso —dijo. Luego ordenó al centurión que mantuviera custodiado a Pablo, pero que le diera cierta libertad y que no impidiera que sus amigos lo atendieran. Algunos días después llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Mandó llamar a Pablo y lo escuchó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús. Al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix tuvo miedo y dijo: «¡Basta por ahora! Puedes retirarte. Cuando sea oportuno te mandaré llamar otra vez».

Hechos 24:1-25 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Cinco días después, el jefe de los sacerdotes y unos líderes de los judíos llegaron a Cesarea, acompañados por un abogado llamado Tértulo. Todos ellos se presentaron ante el gobernador Félix para acusar a Pablo. Cuando trajeron a Pablo a la reunión, Tértulo comenzó a acusarlo ante Félix: —Señor gobernador: Gracias a usted tenemos paz en nuestro país, y las cosas que usted ha mandado hacer nos han ayudado mucho. Excelentísimo Félix, estamos muy agradecidos por todo lo que usted nos ha dado. No queremos hacerle perder tiempo, y por eso le pedimos que nos escuche un momento. Este hombre es un verdadero problema para nosotros. Anda por todas partes haciendo que los judíos nos enojemos unos contra otros. Es uno de los jefes de un grupo de hombres y mujeres llamados nazarenos. Además, trató de hacer algo terrible contra nuestro templo, y por eso lo metimos en la cárcel. Si usted lo interroga, se dará cuenta de que todo esto es verdad. Los judíos que estaban allí presentes aseguraban que todo eso era cierto. Entonces el gobernador le hizo señas a Pablo para que hablara. Pablo le dijo: —Yo sé que usted ha sido juez de este país durante muchos años. Por eso estoy contento de poder hablar ante usted, para defenderme. Hace algunos días llegué a Jerusalén para adorar a Dios y, si usted lo averigua, sabrá que digo la verdad. La gente que me acusa no me encontró discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente en el templo, ni en la sinagoga, ni en ninguna otra parte de la ciudad. Ellos no pueden probar que sea verdad todo lo que se dice de mí. »Una cosa sí es cierta: Yo estoy al servicio del Dios de mis antepasados, y soy cristiano. Ellos dicen que seguir a Jesús es malo, pero yo creo que estoy obedeciendo todo lo que está escrito en la Biblia. Yo creo que Dios hará que los muertos vuelvan a vivir, no importa que hayan sido buenos o malos. Y también los que me acusan creen lo mismo. Por eso siempre trato de obedecer a Dios y de estar en paz con los demás; así que no tengo nada de qué preocuparme. »Durante muchos años anduve por otros países. Luego volví a mi país, para traer dinero a los pobres y presentar una ofrenda a Dios. Fui al templo para entregar las ofrendas y hacer una ceremonia de purificación. Yo no estaba haciendo ningún alboroto, y ni siquiera había mucha gente. Allí me encontraron unos judíos de la provincia de Asia, y fueron ellos los que armaron el alboroto. Si es que algo tienen contra mí, son ellos los que deberían estar aquí, acusándome delante de usted. Si no es así, que digan los presentes si la Junta Suprema de los judíos pudo acusarme de hacer algo malo. Lo único que dije ante la Junta fue, que me estaban juzgando por creer que los muertos pueden volver a vivir. Cuando Félix oyó eso, decidió terminar la reunión, pues conocía bien todo lo que se relacionaba con el mensaje de Jesús. Y les dijo a los judíos: «Cuando venga el jefe Lisias, me contará lo que pasó; y sabré más acerca de este asunto.» Luego, Félix le ordenó al capitán de los soldados que mantuviera preso a Pablo, pero que lo dejara hacer algunas cosas. Además, dio permiso para que Pablo recibiera a sus amigos y lo atendieran. Días después, Félix fue otra vez a ver a Pablo. Lo acompañó Drusila, su esposa, que era judía. Félix llamó a Pablo, y lo escuchó hablar acerca de la confianza que se debe tener en Jesús. Pero Pablo también le habló de que tenía que vivir sin hacer lo malo, que tenía que controlarse para no hacer lo que quisiera, sino solamente lo bueno, y que algún día Dios juzgaría a todos. Entonces Félix se asustó mucho y le dijo: «Vete ya; cuando tenga tiempo volveré a llamarte.»

Hechos 24:1-25 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Cinco días después llegó el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un orador llamado Tértulo, y se presentaron ante el gobernador para acusar a Pablo. Cuando llamaron a Pablo, Tértulo comenzó su acusación de la siguiente manera: «Excelentísimo Félix, gracias a ti gozamos de paz, y por tu prudencia y buen gobierno el pueblo tiene muchas cosas buenas. Esto lo percibimos en muchos lugares, y estamos muy agradecidos. Como no queremos molestarte más, te ruego que nos oigas un momento, y que juzgues conforme a tu equidad. Nos hemos dado cuenta de que este hombre es una plaga; por dondequiera que va promueve la sedición entre los judíos, y además encabeza la secta de los nazarenos. ¡Lo más grave es que intentó profanar nuestro templo! Por eso lo aprehendimos, para juzgarlo conforme a nuestra ley, pero intervino el tribuno Lisias, y con lujo de violencia nos lo arrebató de las manos. Como nosotros somos la parte acusadora, nos mandó comparecer ante ti. Cuando lo juzgues, tú mismo podrás darte cuenta de que nuestras acusaciones son ciertas.» Los judíos confirmaron esto al afirmar la veracidad de las acusaciones. El gobernador hizo entonces a Pablo una señal para que hablara, y este dijo: «Yo sé que llevas muchos años impartiendo justicia en esta nación, así que con mucho gusto me defenderé. Como podrás comprobar, no hace más de doce días que fui a adorar a Jerusalén. Nadie me vio discutir con ninguno, ni sublevar a la multitud en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad. Las cosas por las que me acusan no te las pueden probar. Sin embargo, una cosa debo confesar, y es que sirvo al Dios de mis padres de acuerdo con el Camino que ellos llaman herejía. Yo creo en todo lo que está escrito en la ley y en los profetas, y tengo, como ellos, la misma esperanza en Dios de que habrán de resucitar los justos y los injustos. Yo siempre me esfuerzo por mantener una conciencia limpia que no ofenda a Dios ni a los hombres. Después de algunos años fui a mi pueblo para llevar limosnas y presentar ofrendas. Yo me estaba purificando en el templo cuando me encontraron allí, pero ni había mucha gente ni yo estaba alborotando a nadie. Los que me vieron eran unos judíos de la provincia de Asia. De haber tenido ellos algo contra mí, debieron haber venido a verte personalmente para acusarme. De lo contrario, que digan los aquí presentes si cuando me presenté en el concilio me vieron cometer algún delito. Lo que yo dije en su presencia, y lo dije a voz en cuello, fue: “Ustedes me están juzgando por causa de la resurrección de los muertos.”» Como Félix estaba bien informado de este Camino, cuando oyó esto aplazó el juicio, y dijo: «Cuando venga el tribuno Lisias, me gustaría conocer más de este asunto.» Luego, mandó al centurión que custodiara a Pablo, pero que le diera cierta libertad y permitiera que los suyos le sirvieran. Unos días después, Félix llegó con Drusila, su mujer, que era judía. Mandó llamar a Pablo, y quiso oír acerca de la fe en Jesucristo. Pero cuando Pablo le habló acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y le dijo: «Por ahora, puedes retirarte. En su momento volveré a llamarte.»

Hechos 24:1-25 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. Y cuando este fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos. Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo. Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, este respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas. Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo. O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio, a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros. Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto. Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él. Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.

Hechos 24:1-25 La Biblia de las Américas (LBLA)

Cinco días más tarde el sumo sacerdote Ananías descendió con algunos ancianos y con un abogado llamado Tértulo; y presentaron al gobernador sus cargos contra Pablo. Después que llamaron a Pablo, Tértulo comenzó a acusarlo, diciendo al gobernador: Y a que por ti hemos obtenido mucha paz, y que por providencia tuya se están llevando a cabo reformas en favor de esta nación, nosotros, por todos los medios y en todas partes, reconocemos esto con profunda gratitud, oh excelentísimo Félix. Pero para no importunarte más, te suplico que, con tu habitual bondad, nos concedas una breve audiencia. Pues hemos descubierto que este hombre es verdaderamente una plaga, y que provoca disensiones entre todos los judíos por el mundo entero, y es líder de la secta de los nazarenos. Hasta trató de profanar el templo; entonces lo arrestamos y quisimos juzgarlo conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el comandante Lisias, con gran violencia lo quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que vinieran a ti. Si tú mismo lo interrogas sobre todo lo que he dicho, podrás confirmar las cosas de que lo acusamos. Los judíos se unieron también a la acusación, asegurando que, efectivamente, así era todo. Después que el gobernador le hizo una señal para que hablara, Pablo respondió: S abiendo que por muchos años tú has sido juez de esta nación, con gusto presento mi defensa, puesto que tú puedes comprobar el hecho de que no hace más de doce días que subí a Jerusalén a adorar. Y ni en el templo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad misma me encontraron discutiendo con nadie o provocando un tumulto. Ni tampoco pueden probarte de lo que ahora me acusan. Pero esto admito ante ti, que según el Camino que ellos llaman secta, yo sirvo al Dios de nuestros padres, creyendo todo lo que es conforme a la ley y que está escrito en los profetas; teniendo la misma esperanza en Dios que estos también abrigan, de que ciertamente habrá una resurrección tanto de los justos como de los impíos. Por esto, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres. Y, después de varios años, he venido para traer limosnas a mi nación y a presentar ofrendas; haciendo lo cual me encontraron en el templo, después de haberme purificado, no con multitud ni con alboroto. Pero estaban allí ciertos judíos de Asia, y que deberían haberse presentado aquí ante ti y acusarme si tuvieran algo contra mí. O si no, que estos mismos digan qué delito encontraron cuando comparecí ante el concilio, a no ser por esta sola declaración que hice en alta voz mientras estaba entre ellos: «Por la resurrección de los muertos soy juzgado hoy ante vosotros». Entonces Félix, conociendo con mayor exactitud acerca del Camino, pospuso el fallo, diciendo: Cuando venga el comandante Lisias decidiré vuestro caso. Y dio órdenes al centurión de que guardara a Pablo bajo custodia, pero con alguna medida de libertad, y que no impidiera a ninguno de sus amigos que lo sirvieran. Pero pocos días más tarde, llegó Félix con Drusila su mujer, que era judía, y mandó traer a Pablo y lo oyó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús. Y al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix, atemorizado dijo: Vete por ahora, pero cuando tenga tiempo te mandaré llamar.