Recuerdo mi tristeza y soledad, mi amargura y sufrimiento; me pongo a pensar en ello y el ánimo se me viene abajo. Pero una cosa quiero tener presente y poner en ella mi esperanza: El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad! Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí; por eso en él confío! El Señor es bueno con los que en él confían, con los que a él recurren.
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