¡Vamos, date prisa y llévame contigo! ¡Llévame ya a tus habitaciones, rey de mi vida! Por ti haremos fiesta, por ti estaremos alegres; nos olvidaremos del vino y disfrutaré de tus caricias. ¡Ahora me doy cuenta por qué las mujeres te aman tanto! ¡Mujeres de Jerusalén! Yo soy morena, sí, como las tiendas de Quedar. Y soy también hermosa, como las cortinas de Salomón. No se fijen en mi piel morena, pues el sol la requemó. Mis hermanos se enojaron contra mí, y me obligaron a cuidar sus viñas, ¡y así mi propia viña descuidé! Cuéntame, amor de mi vida, ¿a dónde llevas tus rebaños? A la hora de la siesta, ¿dónde los haces descansar? No tengo por qué andar como una vagabunda; ¡no tengo por qué buscarte entre los rebaños de tus amigos! Si acaso no lo sabes, mujer bella entre las bellas, sigue las huellas del rebaño y lleva a pastar tus cabritos junto a las carpas de los pastores.
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