Al malvado, Dios le dice: «Tú no tienes ningún derecho de andar repitiendo mis leyes, ni de hablar siquiera de mi pacto, pues no quieres que te corrija ni tomas en cuenta mis palabras. Si ves a un ladrón, corres a felicitarlo; con gente infiel en su matrimonio haces gran amistad. Para hablar mal no tiene freno tu boca; para decir mentiras se te desata la lengua. A tu propio hermano lo ofendes, y siempre hablas mal de él. A pesar de todo eso, he preferido callarme. Pero estás muy equivocado si crees que soy como tú. Ahora voy a reprenderte: voy a aclararte las cosas. »Tú te olvidas de mí; si no quieres que te despedace, sigue estos consejos; de lo contrario, no habrá quien te salve. Si de veras quieres honrarme, tráeme ofrendas de gratitud. Si corriges tu conducta, yo te salvaré».
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