1 (1b) Dios mío, ataca a los que me atacan, combate a los que me combaten. Prepárate para la lucha y ven en mi ayuda. ¡Preséntales batalla a los que me persiguen! ¡Prométeme que me salvarás! Pon en completa vergüenza a los que quieren matarme, haz que huyan avergonzados los que buscan mi mal. ¡Que el viento los arrastre como si fueran paja! ¡Que tu ángel los persiga! ¡Que se tropiecen y resbalen en los caminos por donde andan! ¡Que tu ángel los persiga! No tenían ningún motivo para tenderme una trampa. ¡Pues que les venga el desastre antes de que se den cuenta! ¡Que caigan en la trampa que quisieron tenderme! Yo me quedaré muy contento con que tú me libres de ellos, y diré con todas mis fuerzas: «¡No hay otro Dios como tú! Tú, Dios nuestro, libras a los pobres e indefensos del poder de quienes los maltratan». Unos testigos malvados se levantan para acusarme, ¡pero yo no sé nada de lo que me preguntan! Lo que más me duele es que yo los traté bien y ahora ellos me tratan mal. Cuando se enfermaban, yo me afligía por ellos. Tan grande era mi tristeza que no comía ni me arreglaba. Más bien, le pedía a Dios que el enfermo fuera yo. Andaba yo muy triste y con la cabeza inclinada, como si hubiera muerto mi madre, mi hermano o mi amigo. Pero cuando me vieron caído, esos testigos lo festejaron. Como si fueran unos extraños a los que yo no conociera, se pusieron en mi contra y hablaron mal de mí; ¡sus ojos reflejaban odio!
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