Cuando comas con gente importante,
piensa bien ante quién te encuentras.
Si te gusta comer mucho,
no demuestres que tienes hambre.
No dejes que te engañe
la apariencia de esos platillos.
No hagas de las riquezas
tu única meta en la vida,
pues son como las águilas:
abren las alas y salen volando.
Si acaso llegas a verlas,
muy pronto desaparecen.
Nunca comas con gente tacaña,
ni dejes que sus platillos
te despierten el apetito.
Esa gente te invita a comer,
pero su invitación no es sincera;
esa gente es tan tacaña
que se fija en cuánto comes.
Al fin de cuentas vomitarás
todo lo que hayas comido,
y todos tus halagos
no habrán servido de nada.
No des buenos consejos a los tontos
porque se burlarán de ti.
Mantén el tamaño de tu propiedad
tal como la recibiste de tus padres,
y no invadas el terreno
de los huérfanos.
Dios es su pariente más cercano
y los defenderá de ti.
Recibe la enseñanza con agrado,
y presta atención a los buenos consejos.
A los niños hay que corregirlos.
Unos buenos golpes no los matarán,
pero sí los librarán de la muerte.
Querido jovencito,
cuando alcances la sabiduría,
seré muy feliz.
Muy grande será mi alegría
cuando hables como se debe.
No envidies a los pecadores,
y obedece siempre a Dios;
así tu futuro será feliz.
Querido jovencito,
préstame atención,
actúa con inteligencia,
y no dejes de hacer el bien.
No te juntes con borrachos
ni te hagas amigo de glotones,
pues unos y otros
acaban en la ruina.
Presta atención a tus padres,
pues ellos te dieron la vida;
y cuando lleguen a viejos,
no los abandones.
Acumula verdad y sabiduría,
disciplina y entendimiento,
¡y no los cambies por nada!
El hijo bueno y sabio
es motivo de gran alegría
para su padre y su madre
que le dieron la vida.
Querido jovencito,
prométeme que pensarás en mis consejos
y harás tuyas mis enseñanzas.
No hay nada más angustioso
que enredarse con la mujer infiel.
Esa mujer es como los bandidos:
se esconde para atrapar a sus víctimas,
y una a una las hace caer en sus redes.
El borracho llora y sufre;
anda en pleitos y se queja,
lo hieren sin motivo
y le ponen los ojos morados.
Eso le pasa por borracho,
y por probar nuevas bebidas.
Querido jovencito,
no te fijes en bebidas embriagantes
que atraen por su color y brillo,
pues se beben fácilmente,
pero muerden como víboras
y envenenan como serpientes.
Si las bebes, verás cosas raras
y te vendrán las ideas más tontas.
Sentirás que estás en un barco,
navegando en alta mar.
Te herirán, y no te darás cuenta;
te golpearán, y no lo sentirás.
Y cuando te despiertes
solo una idea vendrá a tu mente:
«Quiero que me sirvan otra copa».