Hace ya mucho tiempo Enoc, que fue el séptimo hombre después de Adán, habló de esta gente y dijo: «Miren, Dios viene acompañado de miles y miles de sus ángeles. Viene para castigar a todos los que hicieron el mal, y castigará a todos los pecadores que lo insultaron.» Esta gente se queja de todo, y lo critica todo. Solo quiere que se cumplan sus deseos egoístas. Habla con orgullo, y cuando habla bien de los demás, lo hace solo para aprovecharse de ellos. Pero ustedes, queridos hermanos, acuérdense de lo que ya les habían dicho los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos les enseñaron que, en los últimos tiempos, habría gente burlona, que se dejaría controlar por sus malos deseos. Es esta clase de gente la que los obliga a pelearse y a dividirse, pues hace lo que quiere y no tiene el Espíritu de Dios. Pero ustedes, queridos hermanos, sigan confiando siempre en Dios. Esa confianza es muy especial. Cuando oren, dejen que el Espíritu Santo les diga lo que deben decir. Confíen todo el tiempo en el amor de Dios, y esperen el día en que nuestro Señor Jesucristo nos dará la vida eterna, pues él también nos ama mucho. Ayuden con amor a los que no están del todo seguros de su salvación. Rescaten a los que necesitan salvarse del infierno, y tengan compasión de los que necesitan ser compadecidos. Pero tengan mucho cuidado de no hacer el mismo mal que ellos hacen. Dios puede cuidarlos para que no hagan el mal, y también tiene poder para que ustedes puedan presentarse ante él sin pecado. Se presentarán ante él llenos de alegría, y limpios y sin mancha, como un vestido nuevo. Por eso, alaben a Dios nuestro Salvador. Por medio de nuestro Señor Jesucristo reconozcan su grandeza, poder y autoridad. Alabemos a Dios por todo esto ahora y siempre. Amén.
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