También terminé por aborrecer el haber trabajado tanto en esta vida, pues el fruto de todo mi trabajo tendría que dejárselo a quien reinara después de mí, sin importar que ese nuevo rey fuera sabio o tonto. ¡Realmente no tiene sentido que alguien venga y se quede con todo lo que tanto trabajo nos ha costado llegar a tener! Una vez más me desanimó el haber trabajado tanto en esta vida. Resulta que algunos ponemos a trabajar nuestra sabiduría, nuestros conocimientos y experiencia, ¡tan solo para dejarle todos nuestros bienes a quien nunca hizo nada para ganárselos! ¡Eso está muy mal, y no tiene ningún sentido! Después de tantos trabajos, esfuerzos y preocupaciones, ¿qué nos llevamos de este mundo? ¡Nada! Nuestra vida está llena de dolor y sufrimiento; ni de noche logramos descansar. ¡Eso no tiene sentido! Lo mejor que podemos hacer es comer y beber, y disfrutar de nuestro trabajo. He podido darme cuenta de que eso es un regalo de Dios, pues si no fuera por él, ¿quién podría comer y estar alegre? Cuando Dios quiere a alguien, le da sabiduría y conocimientos, y lo hace estar alegre; en cambio, al que desobedece lo hace trabajar y amontonar mucho dinero, para luego dárselo todo a quien él quiere. ¡Pero eso tampoco tiene sentido! ¡Es como querer atrapar el viento!
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