Pero nos has abandonado, nos has puesto en vergüenza. Ya no acompañas a nuestros ejércitos. Nos has hecho retroceder ante el enemigo, y los que nos aborrecen nos despojan de todo. Has dejado que nos maten como a ovejas, y nos has esparcido entre las naciones. ¡Has vendido a tu pueblo de balde! ¡Nada has ganado con venderlo! Nos has humillado ante nuestros vecinos; somos motivo de burla para los que nos rodean. Has hecho de nosotros la burla de la gente; al vernos, todos mueven burlones la cabeza. Todo el tiempo debo encarar mi vergüenza; me abruma no poder dar la cara por lo que dicen los que tanto me ofenden, ¡por lo que hacen mis vengativos enemigos! Aunque todo esto nos ha sucedido, jamás nos hemos olvidado de ti; jamás hemos quebrantado tu pacto. Jamás ha decaído nuestro ánimo, ni nos hemos apartado de tus sendas. ¡Pero tú nos arrojaste en cuevas de chacales! ¡Nos cubriste con las sombras de la muerte! Dios nuestro, si nos hubiéramos olvidado de tu nombre, o si hubiéramos rendido culto a otro dios, ¿acaso tú no habrías llegado a saberlo? ¡Si tú conoces los secretos más recónditos! Pero por ti nos matan todo el tiempo; ¡nos consideran ovejas para el matadero! ¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes? ¡Levántate, no te alejes para siempre! ¿Por qué te escondes de nosotros? ¿Por qué te olvidas de la opresión que sufrimos? Nuestro ánimo se halla por el suelo, ¡nuestros cuerpos se arrastran por la tierra! ¡Levántate, ven a ayudarnos y, por tu gran misericordia, sálvanos!
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