»En aquel tiempo, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas, y salieron a recibir al novio.
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
Las insensatas, tomaron sus lámparas, pero no llevaron aceite;
en cambio, las prudentes llevaron sus lámparas y también vasijas con aceite.
Como el esposo se demoró, todas cabecearon y se durmieron.
A la medianoche se oyó gritar: “¡Aquí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”
Todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
Entonces las insensatas dijeron a las prudentes: “Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.”
Pero las prudentes les respondieron: “A fin de que no nos falte a nosotras ni a ustedes, vayan a los que venden, y compren para ustedes mismas.”
Pero mientras ellas fueron a comprar, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta.
Después llegaron también las otras vírgenes, y decían: “¡Señor, señor, ábrenos!”
Pero él les respondió: “De cierto les digo, que no las conozco.”
Estén atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá.
»Porque el reino de los cielos es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
A uno le dio cinco mil monedas de plata; a otro, dos mil; y a otro, mil, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se marchó.
El que había recibido cinco mil monedas negoció con ellas, y ganó otras cinco mil.
Asimismo, el que había recibido dos mil, ganó también otras dos mil.
Pero el que había recibido mil hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Mucho tiempo después, el señor de aquellos siervos volvió y arregló cuentas con ellos.
El que había recibido las cinco mil monedas se presentó, le entregó otras cinco mil, y dijo: “Señor, tú me entregaste cinco mil monedas, y con ellas he ganado otras cinco mil; aquí las tienes.”
Y su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.”
El que había recibido las dos mil monedas dijo: “Señor, tú me entregaste dos mil monedas, y con ellas he ganado otras dos mil; aquí las tienes.”
Su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.”
Pero el que había recibido mil monedas llegó y dijo: “Señor, yo sabía que tú eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges lo que no esparciste.
Así que tuve miedo y escondí tu dinero en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.”
Su señor le respondió: “Siervo malo y negligente, si sabías que yo siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí,
debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío más los intereses.
Así que, ¡quítenle esas mil monedas y dénselas al que tiene diez mil!”
Porque al que tiene se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará.
En cuanto al siervo inútil, ¡échenlo en las tinieblas de afuera! Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
»Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, se sentará en su trono de gloria,
y todas las naciones serán reunidas ante él. Entonces él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos.
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda