Por tanto, yo les asigno un reino, así como mi Padre me lo asignó a mí,
para que en mi reino coman y beban a mi mesa, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»
El Señor dijo también: «Simón, Simón, Satanás ha pedido sacudirlos a ustedes como si fueran trigo;
pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando hayas vuelto, deberás confirmar a tus hermanos.»
Pedro le dijo: «Señor, no solo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, sino también a la muerte.»
Y Jesús le dijo: «Pedro, te aseguro que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces.»
Luego Jesús les preguntó: «Cuando los envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿les faltó algo?» Ellos respondieron: «Nada.»
Entonces Jesús les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, junto con la alforja. Y el que no tenga espada, que venda su capa y se compre una.
Porque yo les digo que todavía se tiene que cumplir en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los pecadores”. Porque lo que está escrito acerca de mí, tiene que cumplirse.»
Ellos le dijeron: «Señor, ¡aquí hay dos espadas!» Y Jesús respondió: «¡Basta!»
Jesús salió y, conforme a su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Sus discípulos lo siguieron.
Cuando llegó a ese lugar, Jesús les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.»
Luego, se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y allí se arrodilló y oró.
Y decía: «Padre, si quieres, haz que pase de mí esta copa; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
[Se le apareció entonces un ángel del cielo, para fortalecerlo.
Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.]
Cuando Jesús se levantó después de orar, fue a donde estaban sus discípulos, y a causa de la tristeza los halló durmiendo.
Les dijo: «¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren para que no caigan en tentación!»