Mientras iba con ellos, la ira de Dios se encendió y en el camino el ángel del SEÑOR se hizo presente, dispuesto a no dejarlo pasar. Balán iba montado en su burra y sus dos criados lo acompañaban. Cuando la burra vio al ángel del SEÑOR en medio del camino con la espada desenvainada, se apartó del camino y se fue por el campo. Pero Balán la golpeó para hacerla volver al camino. El ángel del SEÑOR se detuvo en un sendero estrecho que estaba entre dos viñas, con cercos de piedra en ambos lados. Cuando la burra vio al ángel del SEÑOR, se arrimó contra la pared, apretando el pie de Balán contra ella. Entonces Balán volvió a pegarle. El ángel del SEÑOR se les adelantó y se detuvo en un lugar más estrecho, donde ya no había hacia dónde ir, ni a derecha ni a izquierda. Cuando la burra vio al ángel del SEÑOR, se echó al suelo con Balán encima. Entonces se encendió la ira de Balán y golpeó a la burra con un palo. Pero el SEÑOR hizo hablar a la burra, y esta dijo a Balán: —¿Se puede saber qué te he hecho, para que me hayas pegado tres veces? Balán respondió: —¡Te has venido burlando de mí! Si hubiera tenido una espada en la mano, te habría matado de inmediato. La burra contestó a Balán: —¿Acaso no soy la burra sobre la que siempre has montado hasta el día de hoy? ¿Alguna vez te hice algo así? —No —respondió Balán. El SEÑOR abrió los ojos de Balán y este pudo ver en el camino al ángel del SEÑOR empuñando la espada. Entonces, Balán se inclinó y se postró rostro en tierra. El ángel del SEÑOR preguntó: —¿Por qué golpeaste tres veces a tu burra? ¿No te das cuenta de que vengo dispuesto a no dejarte pasar porque he visto que tus caminos son malos? Cuando la burra me vio, se apartó de mí tres veces. De no haber sido por ella, tú estarías ya muerto y ella seguiría con vida. Balán dijo al ángel del SEÑOR: —He pecado. No me di cuenta de tu presencia en el camino para cerrarme el paso. Ahora bien, como esto te parece mal, voy a regresar. Pero el ángel del SEÑOR dijo a Balán: —Ve con esos hombres, pero limítate a decir solo lo que yo te mande. Y Balán se fue con los oficiales que Balac había enviado. Cuando Balac se enteró de que Balán venía, salió a recibirlo en una ciudad moabita que está en la frontera del río Arnón. Balac dijo a Balán: —¿Acaso no te mandé llamar? ¿Por qué no viniste a mí? ¿Crees que no soy capaz de recompensarte? —¡Bueno, ya estoy aquí! —contestó Balán—. Solo que no podré decir nada que Dios no ponga en mi boca. De allí se fueron Balán y Balac a Quiriat Jusot. Balac ofreció en sacrificio vacas y ovejas, y las compartió con Balán y los oficiales que estaban con él. A la mañana siguiente, Balac llevó a Balán a Bamot Baal, desde donde Balán pudo ver parte del campamento israelita.
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