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Jeremías 26:1-19

Jeremías 26:1-19 NTV

Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR a principios del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá. «Esto dice el SEÑOR: “Ponte de pie en el atrio que está delante del templo del SEÑOR y haz un anuncio a la gente que ha venido de toda Judá a adorar. Dales mi mensaje completo sin que falte una sola palabra. Quizá te escuchen y se aparten de sus malos caminos. Entonces cambiaré de parecer acerca del desastre que estoy por derramar sobre ellos a causa de sus pecados”. »Diles: “Esto dice el SEÑOR: ‘Si ustedes no me escuchan ni obedecen la palabra que les he dado ni tampoco escuchan a mis siervos, los profetas —porque los envié una y otra vez para advertirles, pero ustedes rehusaron escucharlos—, entonces destruiré este templo así como destruí a Silo, el lugar donde estaba el tabernáculo. Y haré que Jerusalén se convierta en objeto de maldición en cada nación de la tierra’”». Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo escucharon a Jeremías mientras hablaba frente al templo del SEÑOR; pero cuando Jeremías terminó su mensaje, habiendo dicho todo lo que el SEÑOR le ordenó que dijera, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo que estaba junto al templo lo atacaron en masa. «¡Mátenlo! —gritaban—. ¿Qué derecho tienes de profetizar en el nombre del SEÑOR que este templo será destruido como lo fue Silo? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Jerusalén será destruida y dejada sin habitantes?». Así que todo el pueblo lo amenazaba mientras él estaba frente al templo. Cuando los funcionarios de Judá oyeron lo que pasaba, corrieron del palacio a sentarse a juzgar junto a la puerta Nueva del templo. Los sacerdotes y los profetas presentaron sus acusaciones a los funcionarios y al pueblo. «¡Este hombre debe morir! —dijeron—. Ustedes han escuchado con sus propios oídos lo traidor que es, porque ha profetizado contra esta ciudad». Entonces Jeremías habló en su propia defensa a los funcionarios y al pueblo. «El SEÑOR me envió para profetizar contra este templo y contra esta ciudad —dijo—. El SEÑOR me dio cada una de las palabras que he hablado; pero si ustedes dejan de pecar y comienzan a obedecer al SEÑOR su Dios, él cambiará de parecer acerca del desastre que anunció contra ustedes. En cuanto a mí, estoy en sus manos, hagan conmigo lo que mejor les parezca. ¡Pero si me matan, tengan por seguro que estarán matando a un inocente! La responsabilidad por semejante acción caerá sobre ustedes, sobre esta ciudad y sobre cada persona que vive en ella. Pues es totalmente cierto que el SEÑOR me envió a decir cada palabra que ustedes han oído». Así que los funcionarios y el pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la pena de muerte porque nos ha hablado en el nombre del SEÑOR nuestro Dios». Entonces algunos de los sabios ancianos se pusieron de pie y hablaron a todo el pueblo reunido en ese lugar. Dijeron: «Recuerden cuando Miqueas de Moreset profetizaba durante el reinado de Ezequías de Judá. Él le dijo al pueblo de Judá: “Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: ‘El monte Sion quedará arado como un campo abierto; ¡Jerusalén será reducida a escombros! Un matorral crecerá en las cumbres, donde ahora se encuentra el templo’”. ¿Acaso el rey Ezequías y el pueblo lo mataron por lo que dijo? No, se apartaron de sus pecados y adoraron al SEÑOR. Le suplicaron misericordia. Entonces el SEÑOR cambió de parecer acerca del terrible desastre que había declarado contra ellos. Así que estamos a punto de perjudicarnos a nosotros mismos».

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