Pues ustedes saben que deben imitarnos. No estuvimos sin hacer nada cuando los visitamos a ustedes. En ningún momento aceptamos comida de nadie sin pagarla. Trabajamos mucho de día y de noche a fin de no ser una carga para ninguno de ustedes. Por cierto, teníamos el derecho de pedirles que nos alimentaran, pero quisimos dejarles un ejemplo que seguir. Incluso mientras estábamos con ustedes les dimos la siguiente orden: «Los que no están dispuestos a trabajar que tampoco coman». Sin embargo, oímos que algunos de ustedes llevan vidas de ocio, se niegan a trabajar y se entrometen en los asuntos de los demás. Les ordenamos a tales personas y les rogamos en el nombre del Señor Jesucristo que se tranquilicen y que trabajen para ganarse la vida. En cuanto al resto de ustedes, amados hermanos, nunca se cansen de hacer el bien. Tomen nota de quienes rehúsan obedecer lo que decimos en esta carta. Aléjense de ellos, para que se avergüencen. No los vean como enemigos, sino llámenles la atención como lo harían con un hermano. Ahora, que el mismo Señor de paz les dé su paz en todo momento y en cada situación. El Señor sea con todos ustedes. AQUí ESTá MI SALUDO DE MI PROPIO PUÑO Y LETRA: PABLO. HAGO ESTO EN TODAS MIS CARTAS PARA PROBAR QUE SON MíAS. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes.
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