Viajando con Jesús - Devocional de Cuaresma de 40 díasMuestra

Al crecer en un entorno de iglesia formal, la liturgia de la comunión incluía los versículos que leímos. El domingo de Comunión, nuestro pastor usaba una sotana más elegante. Su voz era más lírica cuando leía los versículos.

Mirando atrás, en mi mente de 8 años, la Comunión significaba el servicio más largo y el almuerzo más tarde. (¡gruñido!)

Bromas aparte; el participar de sucesivas comuniones a veces se convierte en otro ritual. Pero cuando miramos a esa Primera Comunión que Jesús compartió con Sus discípulos vemos cuán poderosa fue.

Jesús habló de Su muerte. Habló de que Su cuerpo sería herido y quebrantado. Habló de que Su sangre sería derramada. Luego Él dió gracias. 

Jesús dió gracias cuando habló de Su muerte. 

Ese es nuestro Dios. Su cruz es una invitación a la gracia para un mundo doliente y desvalido. 

Por eso la Comunión también es llamada Eucaristía, lo cual significa “dar gracias”. Aceptamos el regalo de Su gracia. Todo lo que hacemos a cambio es expresar nuestra gratitud. No necesitamos pulir nuestro acto. No necesitamos saltar atravesando argollas. No necesitamos trabajar por nuestra salvación.

La Última Cena es un gran recordatorio de que todo lo que tenemos que hacer es recibir el regalo gratuito de nuestra salvación con un corazón humilde y agradecido.

Aplicación

¿Siento que debo trabajar por mi salvación? ¿Qué se interpone en el camino de aceptar el regalo gratuito de Jesús? ¿Veo el sacramento de la Comunión como una tarea y un ritual o lo veo como un poderoso recordatorio de la gracia de Dios?

Inclínate

Señor Jesús, a veces me pongo inmune a la inmensidad de Tu gracia. Cuando me detengo a pensar en la Última Cena, me asombra el hecho que Tú diste gracias por el pan y el vino que representaban Tu cuerpo y Tu sangre. Gracias por Tu sacrificio. Es algo que nunca llegaré a entender completamente pero lo recibo con un corazón agradecido. Amén