SOFONÍAS 3:1-8
SOFONÍAS 3:1-8 Reina Valera 2020 (RV2020)
¡Ay de la ciudad rebelde, contaminada y opresora! No escuchó la voz ni recibió la corrección; no confió en el Señor ni se acercó a su Dios. Sus príncipes son, en medio de ella, leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos que no dejan ni un hueso para la mañana. Sus profetas son altaneros, hombres fraudulentos; sus sacerdotes han contaminado el santuario, han falseado la ley. El Señor es justo en medio de ella, no cometerá iniquidad; cada mañana, al despuntar el día, emite sin falta su juicio; pero el perverso no conoce la vergüenza. Hice destruir naciones, sus habitaciones están asoladas; he dejado desiertas sus calles hasta no quedar quien pase. Sus ciudades han quedado desoladas, no ha quedado ni un solo habitante. Me decía: «Ciertamente me temerá, recibirá corrección y no será destruida su morada cuando yo la visite». Mas ellos se apresuraron a corromper todos sus hechos. Por tanto, esperadme, dice el Señor, hasta el día en que me levante para juzgaros, porque mi determinación es reunir a las naciones, juntar a los reinos para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira, hasta que el fuego de mi celo consuma toda la tierra.
SOFONÍAS 3:1-8 La Palabra (versión española) (BLP)
¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No ha escuchado la voz ni ha admitido la corrección; no ha confiado en el Señor ni se ha acercado a su Dios. Son sus gobernantes en medio de ella igual que leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos que nada dejan para la mañana. Son jactanciosos sus profetas, hombres traicioneros; sus sacerdotes han profanado lo santo, han violado la ley. Pero el Señor está libre de toda iniquidad y hace justicia en medio de ella; cada mañana sin falta dicta sentencia al despuntar el día. Aun así, el inicuo no se avergüenza. Yo he destruido naciones y he derribado sus torres; sus calles están asoladas, nadie transita por ellas; sus ciudades están arrasadas sin que nadie las habite. Yo me decía: «Me respetarás, admitirás la corrección y no volveré a destruir tu morada cuando venga a tomar cuentas». Pero ellos se han apresurado a obrar perversamente. Así pues, esperad el día —oráculo del Señor— en que me ponga en pie para acusaros, pues he decidido reunir a las naciones y congregar en uno a todos los reinos para descargar sobre ellos mi enojo y todo el furor de mi ira, hasta que mi ardiente celo devore totalmente la tierra.
SOFONÍAS 3:1-8 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
¡Ay de Jerusalén, la ciudad rebelde, manchada y opresora! No escuchó la voz del Señor ni aceptó ser corregida. No confió en él: no recurrió a su Dios. Sus jefes son como leones que rugen; sus jueces, como lobos del desierto que no dejan ni un hueso para la mañana. Sus profetas son insolentes, traidores; sus sacerdotes profanan el santuario y violan la ley del Señor. Pero el Señor está en la ciudad; él hace lo bueno, no lo malo. Cada mañana, sin falta, establece su juicio. En cambio, el malo ni siquiera conoce la vergüenza. Dice el Señor: “He destruido naciones, he arrasado las torres de sus murallas y he dejado desiertas sus calles, sin gente que pase por ellas. ¡En sus ciudades solitarias no queda un solo habitante! Pensé: ‘Así Jerusalén me temerá y aceptará que la corrija; así no quedará destruido su hogar por haberla yo castigado.’ Pero ellos se apresuraron a cometer toda clase de maldades. Por eso, esperadme el día en que me levante a hablar en contra vuestra. Yo, el Señor, lo afirmo: He decidido reunir las naciones y los reinos para descargar sobre ellos mi enojo, mi ardiente ira. ¡Toda la tierra quedará destruida por el fuego de mi furor!
SOFONÍAS 3:1-8 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¡Ay de la ciudad opresora, rebelde y contaminada! No atiende a consejos, ni acepta corrección. No confía en el SEÑOR, ni se acerca a su Dios. Las autoridades que están en ella son leones rugientes, sus gobernantes son lobos nocturnos que no dejan nada para la mañana. Sus profetas son impertinentes, hombres traicioneros. Sus sacerdotes profanan las cosas santas y violentan la ley. Pero el SEÑOR que está en ella es justo; no comete iniquidad. Cada mañana imparte su justicia, y no deja de hacerlo cada nuevo día, pero el inicuo no conoce la vergüenza. «Exterminé naciones; quedaron desolados sus bastiones. Dejé sus calles desiertas, y nadie pasa por ellas. Quedaron arrasadas sus ciudades, sin ningún habitante. Dije a la ciudad: “¡Ciertamente me temerás; aceptarás corrección!” Entonces no sería destruida su morada, según todo lo que decreté contra ella. A pesar de todo, se empeñaron en corromper todas sus obras. Esperadme, por tanto, hasta el día en que me levante a buscar el botín —afirma el SEÑOR—, porque he decidido reunir a las naciones y juntar a los reinos para derramar sobre ellos mi indignación, toda mi ardiente ira. En el fuego de mi celo será toda la tierra consumida.