CANTARES 5:5-16
CANTARES 5:5-16 La Palabra (versión española) (BLP)
Me levanté para abrirle a mi amor: mis manos goteaban mirra y mis dedos mirra líquida sobre el cerrojo de la puerta. Yo misma abrí a mi amor y mi amor se había marchado. ¡El alma se me fue con sus palabras! Lo busqué y no lo hallé, lo llamé y no respondió. Me descubrieron los guardias que hacían ronda en la ciudad: me golpearon, me hirieron y me quitaron el manto los guardias de las murallas. Juradme, muchachas de Jerusalén, que si encontráis a mi amor, esto le habréis de decir: ¡que estoy enferma de amor! ¿Qué distingue a tu amor de cualquier otro, hermosa entre las mujeres? ¿Qué distingue a tu amor de cualquier otro, para que así nos supliques? Mi amor es moreno claro, descollante entre diez mil. Su cabeza es oro puro con los cabellos rizados y más negros que los cuervos. Sus ojos son dos palomas sobre pilones de agua, que se bañan en leche y se posan en la alberca. Sus mejillas, balsameras y macizos de perfumes; y sus labios como lirios que destilan mirra líquida. Sus manos, argollas de oro, enjoyadas de topacio; su vientre, marfil labrado, recubierto de zafiros. Dos columnas de mármol, sus piernas, firmes sobre basas de oro. Su apariencia es como el Líbano, distinguido como el cedro. Su paladar es dulcísimo, ¡todo él es un encanto! Así es mi amor y mi amigo, muchachas de Jerusalén.
CANTARES 5:5-16 Reina Valera 2020 (RV2020)
Me levanté para abrir a mi amado y mis manos gotearon mirra: ¡de mis dedos corría la mirra sobre el pestillo de la cerradura! Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido, ya había pasado, y tras su voz se me salió el alma. Lo busqué, mas no lo hallé; lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron, me arrebataron el manto los guardias de las murallas. Os ruego, hijas de Jerusalén, si halláis a mi amado, hacedle saber que estoy enferma de amor. Dinos tú, la más hermosa entre las mujeres, ¿qué distingue a tu amado de cualquier otro? ¿Qué tiene de especial tu amado para que así nos supliques? Mi amado es blanco y sonrosado, distinguido entre diez mil; su cabeza es oro fino; sus cabellos son rizados y negros como el cuervo. Sus ojos, palomas que junto a arroyos de aguas se bañan en leche, están a la perfección colocados. Sus mejillas, eras perfumadas con especias aromáticas, son como fragantes flores; sus labios, lirios que destilan mirra. Sus manos, anillos de oro engastados de jacintos; su cuerpo, claro marfil cubierto de zafiros. Sus piernas, columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino; su porte, como el Líbano, esbelto como los cedros. Su paladar es dulcísimo. ¡Todo él es codiciable!
CANTARES 5:5-16 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces me levanté para abrir a mi amado. De mis manos y mis dedos cayeron gotitas de mirra sobre el pasador de la puerta. ¡Al oirle hablar sentí que me moría! Abrí la puerta a mi amado, pero él ya no estaba allí. Lo busqué y no lo encontré, lo llamé y no me respondió. Me encontraron los guardias que hacen la ronda de la ciudad, y me pegaron y me hirieron. ¡Los que cuidan la entrada de la ciudad me arrancaron el velo con violencia! Mujeres de Jerusalén, si encontráis a mi amado, prometedme decirle que me estoy muriendo de amor. ¿Qué de especial tiene tu amado, hermosa entre las hermosas? ¿Qué de especial tiene tu amado, que nos pides tal promesa? Mi amado es trigueño claro, inconfundible entre miles de hombres. Su cabeza es oro puro; su cabello es ondulado y negro como un cuervo; sus ojos son dos palomas bañadas en leche, posadas junto a un estanque; sus mejillas son amplios jardines de fragantes flores. Sus labios son rosas por las que ruedan gotitas de mirra; sus manos son abrazaderas de oro cubiertas de topacios; su cuerpo es pulido marfil con incrustaciones de zafiros; sus piernas son columnas de mármol afirmadas sobre bases de oro puro; su aspecto es distinguido como los cedros del Líbano; su paladar es dulcísimo. ¡Todo él es un encanto!
CANTARES 5:5-16 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Me levanté para abrir a mi amado; ¡gotas de mirra corrían por mis manos! ¡Se deslizaban entre mis dedos y caían sobre la aldaba! Le abrí a mi amado, pero ya no estaba allí. Se había marchado, y tras su voz se fue mi alma. Lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los centinelas mientras rondaban la ciudad; los que vigilan las murallas me hirieron, me golpearon; ¡me despojaron de mi manto! Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, que, si encontráis a mi amado, ¡le digáis que estoy enferma de amor! Dinos, bella entre las bellas, ¿en qué aventaja tu amado a otros hombres? ¿En qué aventaja tu amado a otros hombres, que nos haces tales ruegos? Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. Su cabeza es oro puro; su cabellera es ondulada y negra como un cuervo. Sus ojos parecen palomas posadas junto a los arroyos, bañadas en leche, engarzadas como joyas. Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de aromáticas hierbas. Sus labios son azucenas por las que fluye mirra. Sus brazos son barras de oro engarzadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros. Sus piernas son pilares de mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus cedros. Su paladar es la dulzura misma; ¡todo él es un encanto!