ROMANOS 7:7-14
ROMANOS 7:7-14 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies». Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto. En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero, cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí. Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado. Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado.
ROMANOS 7:7-14 Reina Valera 2020 (RV2020)
¿Entonces, qué diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, yo no hubiera conocido el pecado, de no ser por la ley; y tampoco hubiera conocido la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás . Pero el pecado aprovechó la ocasión y por medio del mandamiento despertó en mí toda clase de codicia, porque sin la ley el pecado está muerto. Así que yo, por algún tiempo vivía sin la ley; pero al venir el mandamiento, el pecado revivió. Y yo morí, y me di cuenta de que el mismo mandamiento que era para dar vida, a mí me resultó mortal, porque el pecado aprovechó la ocasión y por medio del mandamiento me engañó, y por él me mató. De manera que en realidad la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿es posible que lo que es bueno me haya llevado a la muerte? No, sino que el pecado, para mostrar que es pecado, se valió de algo bueno para causarme la muerte. Así, por medio del mandamiento, queda en evidencia la gran maldad del pecado. Sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido como esclavo bajo el pecado.
ROMANOS 7:7-14 La Palabra (versión española) (BLP)
¿Querrá todo esto decir que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Claro que, sin la ley, yo no habría experimentado el pecado. Por ejemplo, yo ignoraba lo que es tener malos deseos, hasta que vino la ley y dijo: No tengas malos deseos. Fue el pecado el que, aprovechando la ocasión que le proporcionaba el mandamiento, despertó en mí toda clase de malos deseos; sin la ley, pues, el pecado sería ineficaz. Hubo un tiempo en que, al no haber ley, todo era vida para mí. Pero, al venir el mandamiento, revivió el pecado, y la muerte se abatió sobre mí. Un mandamiento que debía ser portador de vida, se convirtió para mí en instrumento de muerte. Porque el pecado se aprovechó del mandamiento para engañarme y, valiéndose de él, me causó la muerte. La ley, ciertamente, es santa. Y los mandamientos son santos, justos y buenos. Entonces, algo bueno en sí mismo ¿se habrá convertido en mortífero para mí? ¡De ningún modo! Lo que sucede es que el pecado, para demostrar que lo es verdaderamente, me causó la muerte sirviéndose de algo bueno. Y así, con ayuda del mandamiento, el pecado se convierte en algo sobremanera mortífero. Sabemos, pues, que la ley pertenece a la esfera del espíritu. En cambio, yo no soy más que un simple mortal vendido como esclavo al pecado.
ROMANOS 7:7-14 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
¿Vamos a decir por esto que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, yo no habría conocido el pecado si no hubiera sido por la ley. En efecto, jamás habría sabido lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: “No codicies.” Pero el pecado, valiéndose del propio mandamiento, despertó en mí toda clase de malos deseos; pues mientras no hay ley, el pecado es cosa muerta. Hubo un tiempo en que, sin la ley, yo tenía vida; pero cuando vino el mandamiento cobró vida el pecado, y yo morí. Así resultó que aquel mandamiento que debía darme la vida me llevó a la muerte, porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y con el mismo mandamiento me dio la muerte. En resumen, la ley en sí misma es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿esto que es bueno habrá de llevarme a la muerte? ¡De ninguna manera! Lo que pasa es que el pecado, para demostrar que verdaderamente es pecado, me causó la muerte valiéndose de lo bueno. Y así, por medio del mandamiento, quedó demostrado lo terriblemente malo que es el pecado. Sabemos que la ley es espiritual, pero yo, en mi condición humana, estoy vendido como esclavo al pecado.