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APOCALIPSIS 18:1-20

APOCALIPSIS 18:1-20 Reina Valera 2020 (RV2020)

Después de esto vi que otro ángel descendía del cielo con gran poder, y la tierra se iluminó con su gloria. Clamó con voz potente, y dijo: —¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo y en albergue de toda ave inmunda y repugnante. Porque todas las naciones han bebido del vino de la ira de su inmoralidad sexual. Los reyes de la tierra se han prostituido con ella, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido a costa de su derroche en lujos exagerados. Y oí otra voz del cielo, que decía: —¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni seáis castigados con sus plagas!, porque sus pecados han llegado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades. Pagadle con su misma moneda; dadle el doble de lo que hizo. En la copa que ella os dio a beber, dadle a beber el doble. Pagadle con tormento y llanto en la medida de su esplendor y de la vida de lujos que ha llevado; porque dice en su corazón: «Yo estoy sentada como una reina, no soy viuda y no veré llanto». Por lo cual, en un solo día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego, porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga. Los reyes de la tierra, los que con ella se han prostituido y han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella cuando vean el humo de su incendio. Se mantendrán a distancia ante el horror de su tormento, y dirán: —¡Ay, ay de la gran ciudad, de Babilonia, la ciudad fuerte!, porque en una sola hora vino tu juicio. Los comerciantes de la tierra lloran y hacen lamentación por ella, porque ninguno compra más sus mercaderías: mercadería de oro y plata; de piedras preciosas y perlas; de lino fino, púrpura, seda y escarlata; de toda clase de madera aromática; toda clase de objetos de marfil, de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; canela y especias aromáticas; incienso, mirra y olíbano; vino y aceite; flor de harina y trigo; bestias y ovejas; caballos y carros; y seres humanos vendidos como esclavos. Los frutos que tanto codiciabas se apartaron de ti, y todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado y nunca más las recuperarás. Los comerciantes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de su tormento. Llorarán y lamentarán, en estos términos: ¡Ay, ay de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas! ¡En un instante fue arrasada tanta riqueza! Todos los capitanes de barco, los pasajeros, los marineros y todos cuantos faenan en el mar, se mantuvieron alejados, y al ver el humo de su incendio, gritaron: —¿Qué ciudad podía compararse a esta gran ciudad? Y echaron polvo sobre sus cabezas y gritaron, y llorando y lamentándose, decían: —¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido con sus riquezas! ¡En un instante ha quedado destruida! Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros santos, apóstoles y profetas, porque Dios os ha hecho justicia en ella.

APOCALIPSIS 18:1-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Después de esto vi otro ángel que bajaba del cielo; tenía mucha autoridad, y la tierra quedó iluminada con su resplandor. Con fuerte voz gritaba: “¡Cayó, cayó la gran Babilonia! ¡Se ha vuelto vivienda de demonios, guarida de toda clase de espíritus impuros, nido de fieras impuras y odiosas! Todas las naciones se emborracharon con el vino de su prostitución; los reyes de la tierra se prostituyeron con ella, y los comerciantes de la tierra se hicieron ricos con los excesos de su derroche.” Oí otra voz del cielo, que decía: “Salid de esa ciudad, vosotros, que sois mi pueblo, para que no participéis de sus pecados ni os alcancen sus calamidades; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios ha tenido presentes sus maldades. Pagadle con su misma moneda; devolvedle el doble de lo que ha hecho; mezcladle una bebida dos veces más fuerte en la copa donde ella mezcló para otros; dadle tormento y sufrimiento en la medida en que se entregó al orgullo y al derroche. Pues dice en su corazón: ‘Aquí estoy sentada como una reina. No soy viuda ni sufriré.’ Por eso, en un solo día le vendrán sus calamidades: muerte, aflicción y hambre, y será quemada en el fuego; porque poderoso es Dios, el Señor, que la ha condenado.” Los reyes de la tierra que se prostituyeron con ella y se entregaron al derroche, llorarán y harán lamentación por ella cuando vean el humo de su incendio. Se quedarán lejos por miedo a su castigo, y dirán: “¡Ay, ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa, porque en un instante llegó tu castigo!” Los comerciantes del mundo también llorarán y harán lamentación por aquella ciudad, porque ya no habrá quien les compre sus mercancías: cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas, telas de lino, púrpura, seda y escarlata; toda clase de maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol; cargamentos de canela y especias aromáticas; incienso, mirra y perfumes; vino, aceite, flor de harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos, carros y hasta esclavos, o sea vidas humanas. Y dirán a la ciudad: “¡Ya no tienes los sabrosos frutos que tanto te gustaban! ¡Para siempre has perdido todos tus lujos y riquezas!” Los que negociaban con esas cosas y se habían enriquecido a costa de la ciudad, se quedarán lejos por miedo a su castigo, llorando y lamentándose, y dirán: “¡Ay, ay de la gran ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata; la que se adornaba con oro, perlas y piedras preciosas! ¡En un instante se ha acabado tanta riqueza!” Todos los capitanes de barco y los que navegan por la costa, los marineros y todos los que se ganan la vida en el mar, se quedaron lejos, y al ver el humo del incendio de la ciudad gritaban: “¿Qué ciudad podía compararse con esta?” Y se echaban polvo en la cabeza, llorando, lamentándose y gritando: “¡Ay, ay de la gran ciudad! Con su riqueza se enriquecieron cuantos tenían barcos en el mar, ¡y en un instante ha quedado destruida! ¡Alégrate, cielo, por causa de esa ciudad! ¡Y alegraos vosotros, los que sois del pueblo santo, y los apóstoles y los profetas, porque Dios, al condenarla, os ha hecho justicia!”

APOCALIPSIS 18:1-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Después de esto vi a otro ángel que bajaba del cielo. Tenía mucho poder, y la tierra se iluminó con su resplandor. Gritó a gran voz: «¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y detestable. Porque todas las naciones han bebido el excitante vino de su adulterio; los reyes de la tierra cometieron adulterio con ella, y los comerciantes de la tierra se enriquecieron a costa de lo que ella despilfarraba en sus lujos». Luego oí otra voz del cielo que decía: «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis cómplices de sus pecados, ni os alcance ninguna de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de sus injusticias se ha acordado Dios. Pagadle con la misma moneda; Dadle el doble de lo que ha cometido, y en la misma copa en que ella preparó bebida mezcladle una doble porción. En la medida en que ella se entregó a la vanagloria y al arrogante lujo, dadle tormento y aflicción; porque en su corazón se jacta: “Estoy sentada como reina; no soy viuda ni sufriré jamás”. Por eso, en un solo día le sobrevendrán sus plagas: pestilencia, aflicción y hambre. Será consumida por el fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la juzga». Cuando los reyes de la tierra que cometieron adulterio con ella y compartieron su lujo vean el humo del fuego que la consume, llorarán de dolor por ella. Aterrorizados al ver semejante castigo, se mantendrán a distancia y gritarán: «¡Ay! ¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!» Los comerciantes de la tierra llorarán y harán duelo por ella, porque ya no habrá quien les compre sus mercaderías: artículos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; lino fino, púrpura, telas de seda y escarlata; toda clase de maderas de cedro; los más variados objetos, hechos de marfil, de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cargamentos de canela y especias aromáticas; de incienso, mirra y perfumes; de vino y aceite; de harina refinada y trigo; de ganado vacuno y de corderos; de caballos y carruajes; y hasta de seres humanos, vendidos como esclavos. Y dirán: «Se ha apartado de ti el fruto que con toda el alma codiciabas. Has perdido todas tus cosas suntuosas y espléndidas, y nunca las recuperarás». Los comerciantes que vendían estas mercaderías y se habían enriquecido a costa de ella se mantendrán a distancia, aterrorizados al ver semejante castigo. Llorarán y harán lamentación: «¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, vestida de lino fino, de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas, porque en una sola hora ha quedado destruida toda tu riqueza!» Todos los capitanes de barco, los pasajeros, los marineros y todos los que viven del mar se detendrán a lo lejos. Al ver el humo del fuego que la consume, exclamarán: «¿Hubo jamás alguna ciudad como esta gran ciudad?» Harán duelo, llorando y lamentándose a gritos: «¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron todos los dueños de flotas navieras! ¡En una sola hora ha quedado destruida! ¡Alégrate, oh cielo, por lo que le ha sucedido! ¡Alegraos también vosotros, santos, apóstoles y profetas!, porque Dios, al juzgarla, os ha hecho justicia».

APOCALIPSIS 18:1-20 La Palabra (versión española) (BLP)

Vi después bajar del cielo a otro ángel con inmenso poder. Su resplandor iluminó la tierra, y proclamó con fuerte voz: —¡Por fin cayó Babilonia, la poderosa! Hoy es mansión de demonios, guarida de espíritus impuros y de toda clase de aves inmundas y asquerosas. Porque ella emborrachó con el vino de su desenfrenada lujuria a gentes de toda procedencia; adulteró con los reyes de la tierra, y a costa de su lujo desmedido se enriquecieron los traficantes del mundo. Y oí otra voz que decía desde el cielo: —Sal de ella, pueblo mío, pues si te haces cómplice de sus pecados, también te alcanzarán sus castigos. Hasta el cielo se han amontonado sus pecados y Dios no ha querido ignorar por más tiempo sus crímenes. Pagadle con su misma moneda, y aun dadle el doble de su merecido: en la copa de sus desenfrenos verted doble amargura. Cuanto se procuró de lujos y placeres, dadle de tormentos y desdichas. Ved cómo alardea en su interior: «Ocupo un trono de reina; no soy viuda y jamás conoceré el dolor». Pero en un solo día vendrán sobre ella las calamidades que tiene merecidas —muerte, luto y hambre— y quedará abrasada por el fuego. Poderoso es para ello el Señor Dios que la condenó. Los poderosos de la tierra, los que con ella compartieron lujuria y placeres, prorrumpirán en llantos y gemidos cuando contemplen su humeante hoguera. Estremecidos de horror ante el suplicio, exclamarán desde lejos: —¡Desgraciada de ti, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad tan poderosa! ¡Un instante ha bastado para consumarse tu condena! También los traficantes de la tierra prorrumpirán en llanto y gemidos por ella, porque ya nadie les comprará sus mercancías: oro, plata, piedras preciosas y perlas; lino, púrpura, seda y escarlata; maderas aromáticas, objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol; canela, clavo, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite; trigo y flor de harina; ovejas y ganado mayor; caballos y carros; esclavos y vidas humanas. Ya no gustarás más los frutos sazonados que tanto apetecías; ya todas tus riquezas y tus lujos huyeron para no volver jamás. Todos estos traficantes, enriquecidos a su costa, se mantendrán a distancia estremecidos de horror ante su tormento y entre lágrimas y lamentos exclamarán: ¡Desgraciada de ti, la gran ciudad, que en otro tiempo te vestías de lino, púrpura y grana, y te adornabas con oro, piedras preciosas y perlas! ¡Un instante ha bastado para arrasar tanta riqueza! A su vez, los capitanes de barco, los oficiales, los marineros y todos cuantos faenan en el mar, se mantenían de pie a lo lejos y exclamaban al contemplar la humareda de la ciudad incendiada: —¿Hubo alguna vez una ciudad tan grande como esta? Y, echándose polvo sobre la cabeza, lloraban y se lamentaban, diciendo: —¡Desgraciada de ti, la gran ciudad, fuente de riqueza para cuantos surcaban los mares con sus barcos! ¡Un instante ha bastado para convertirte en ruinas! ¡Alégrate, cielo, al contemplarla, y vosotros también, los consagrados a Dios, los apóstoles y los profetas, porque Dios ha vengado en ella vuestra causa!