APOCALIPSIS 11:7-19
APOCALIPSIS 11:7-19 La Palabra (versión española) (BLP)
Pero, una vez concluido su testimonio, surgirá del abismo la bestia, que entrará en combate contra ellos, los derrotará y los matará. Sus cadáveres estarán expuestos al público en la plaza de la gran ciudad a la que se da el nombre simbólico de Sodoma y Egipto, y en la que fue también crucificado su Señor. Tres días y medio estarán expuestos los cadáveres a la vista de gentes de todo pueblo, raza, lengua y nación, sin que nadie pueda darles sepultura. Mientras tanto, se desbordará el júbilo y la alegría de los habitantes de la tierra por su muerte. Hasta se harán regalos unos a otros, ya que aquellos dos profetas les habían amargado la existencia. Pero al cabo de los tres días y medio, Dios los hizo revivir y los puso de nuevo en pie, para asombro y terror de quienes los contemplaban. Oí entonces una fuerte voz que les decía desde el cielo: —Subid aquí. Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En ese momento se desencadenó un formidable terremoto: la décima parte de la ciudad se derrumbó, y siete mil personas perecieron víctimas del terremoto. Los supervivientes, sobrecogidos de espanto, alabaron al Dios del cielo. Atrás ha quedado la segunda calamidad, pero la tercera está a las puertas. El séptimo ángel tocó la trompeta, y se oyeron en el cielo voces poderosas que proclamaban: —A nuestro Señor y a su Cristo pertenece el dominio del mundo, y lo ejercerá por siempre y para siempre. Se postraron entonces rostro en tierra los veinticuatro ancianos que están sentados en sus tronos ante Dios, y adoraron a Dios, diciendo: —Gracias, Señor Dios, dueño de todo, tú que existes desde siempre, porque con tu inmenso poder has establecido tu reinado. Gracias, porque tu ira se ha hecho presente destrozando el furor de las naciones y porque ha sonado la hora del juicio, la hora de premiar a tus siervos los profetas, a los santos y a cuantos veneran tu nombre, sean humildes o poderosos, la hora de exterminar a los que corrompen la tierra. En aquel instante se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y dentro de él apareció el Arca de su alianza en medio de relámpagos, truenos fragorosos, temblores de tierra y un recio granizar.
APOCALIPSIS 11:7-19 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pero cuando hayan acabado de dar su testimonio, el monstruo que sube del abismo los atacará, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán tendidos en las calles de la gran ciudad donde fue crucificado su Señor, la cual, en lenguaje figurado, se llama Sodoma y también Egipto. Por tres días y medio, gente de distintos pueblos, razas, lenguas y naciones verá sus cadáveres y no dejarán que los entierren. Los habitantes de la tierra se alegrarán de su muerte. Estarán tan contentos que se harán regalos unos a otros, porque aquellos dos profetas eran un tormento para ellos. Pero al cabo de los tres días y medio, Dios los volverá a la vida y se levantarán otra vez, y todos los que los vean se llenarán de miedo. Entonces los dos testigos oyeron una fuerte voz del cielo, que les decía: “¡Subid acá!” Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En aquel mismo momento hubo un gran terremoto; se derrumbó la décima parte de la ciudad y siete mil personas murieron. Los que quedaron con vida, llenos de miedo, alabaron a Dios, que está en el cielo. Pasó el segundo desastre, pero en seguida viene el tercero. El séptimo ángel tocó su trompeta y se oyeron fuertes voces en el cielo, que decían: “El reinado sobre el mundo corresponde a nuestro Señor y a su Mesías, y reinará por todos los siglos.” Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se inclinaron hasta el suelo y adoraron a Dios, diciendo: “Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, tú que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar. Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado el día de tu ira, el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus siervos los profetas, a tu pueblo santo y a los que honran tu nombre, sean grandes o pequeños; y destruirás a los que destruyen la tierra.” Entonces se abrió el templo de Dios que está en el cielo y apareció en el templo el arca de su pacto. Y hubo relámpagos, estruendos, truenos, un terremoto y una gran granizada.
APOCALIPSIS 11:7-19 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, la que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado nuestro Señor. Gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación verá sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que sus cuerpos sean sepultados. Los habitantes de la tierra se alegrarán de su muerte, lo celebraran y se harán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los que vivían en la tierra. Pero después de tres días y medio, el espíritu de vida enviado por Dios entró en ellos, se pusieron de pie, y todos los que los vieron tuvieron mucho miedo. Entonces oyeron una gran voz del cielo, que les decía: —¡Subid acá! Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En ese momento se produjo un violento terremoto que destruyó la décima parte de la ciudad. Siete mil personas murieron a causa del terremoto. Los demás, llenos de miedo, dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ay pasó, pero el tercer ay viene pronto. El séptimo ángel tocó la trompeta, y en el cielo resonaron unas voces potentes que decían: —Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás. Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios, diciendo: —Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres, que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder y has establecido tu reinado. Las naciones se han enfurecido, pero tu ira ha llegado, el tiempo de juzgar a los muertos, de recompensar a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeñitos y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. En ese momento el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se dejó ver en el templo. Entonces hubo relámpagos, estruendo, truenos, un terremoto y una fuerte granizada.
APOCALIPSIS 11:7-19 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Ahora bien, cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, llamada en sentido figurado Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor. Y gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que se les dé sepultura. Los habitantes de la tierra se alegrarán de su muerte y harán fiesta e intercambiarán regalos, porque estos dos profetas les estaban haciendo la vida imposible. Pasados los tres días y medio, entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se pusieron de pie, y quienes los observaban quedaron sobrecogidos de terror. Entonces los dos testigos oyeron una potente voz del cielo que les decía: «Subid aquí». Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En ese mismo instante se produjo un violento terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad. Perecieron siete mil personas, pero los sobrevivientes, llenos de temor, dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ¡ay! ya pasó, pero se acerca el tercero. Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: «El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos». Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: «Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, te damos gracias porque has asumido tu gran poder y has comenzado a reinar. Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado tu castigo, el momento de juzgar a los muertos, y de recompensar a tus siervos los profetas, a tus santos y a los que temen tu nombre, sean grandes o pequeños, y de destruir a los que destruyen la tierra». Entonces se abrió en el cielo el templo de Dios; allí se vio el arca de su pacto, y hubo relámpagos, estruendos, truenos, un terremoto y una fuerte granizada.