SALMOS 90:3-12
SALMOS 90:3-12 La Palabra (versión española) (BLP)
Tú haces que el ser humano vuelva al polvo, diciendo: ¡Regresad hijos de Adán! Porque mil años son ante tus ojos como un día, como un ayer que ya pasó, como una vigilia en la noche. Tú los arrastras al sueño de la muerte, son como hierba que brota en la mañana: por la mañana brota y florece, por la tarde se agosta y se seca. Con tu ira nos has consumido, con tu furor nos aterras. Ante ti has puesto nuestras culpas, a la luz de tu faz nuestros secretos. Nuestros días decaen bajo tu furia, como un suspiro pasan nuestros años. Setenta años dura nuestra vida, durará ochenta si se es fuerte; pero es su brío tarea inútil, pues pronto pasa y desaparecemos. ¿Quién conoce el poder de tu cólera? Como tu furor, así es el respeto que inspiras. Enséñanos a contar nuestros días y tendremos así un corazón sabio.
SALMOS 90:3-12 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: «¡Volveos al polvo, mortales!» Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como unas cuantas horas de la noche. Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba que al amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca. Tu ira en verdad nos consume, tu indignación nos aterra. Ante ti has puesto nuestras iniquidades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos. A causa de tu ira se nos va la vida entera; se esfuman nuestros años como un suspiro. Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, solo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros. ¿Quién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe! Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.
SALMOS 90:3-12 Reina Valera 2020 (RV2020)
Vuelves a convertir en polvo al ser humano y dices: «¡Convertíos, hijos de los hombres!». Ciertamente, mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche. Los arrebatas como con torrente de aguas; son como un sueño. Como la hierba que crece en la mañana: en la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca. Ciertamente, con tu furor somos consumidos y con tu ira somos turbados. Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro. Ciertamente, todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años. Si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según el temor que te es debido? Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría.