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SALMOS 68:7-23

SALMOS 68:7-23 Reina Valera 2020 (RV2020)

Cuando tú, Dios, saliste delante de tu pueblo, cuando anduviste por el desierto, Selah la tierra tembló y destilaron los cielos; ante la presencia de Dios, aquel Sinaí tembló, delante de Dios, del Dios de Israel. Abundante lluvia esparciste, oh Dios; a tu heredad exhausta tú la reanimaste. Los que son de tu grey han morado en ella; por tu bondad, Dios, has provisto para el pobre. El Señor daba la palabra, multitud de mujeres anunciaba las buenas noticias: «¡Huyeron, huyeron reyes de ejércitos!», y las mujeres que se quedaban en casa repartían los despojos. Hasta los que os quedasteis recostados entre los rebaños, recibiréis alas de paloma cubiertas de plata, con sus plumas recubiertas de oro fino. Cuando esparció el Omnipotente los reyes allí, fue como si hubiera nevado en el monte Salmón. Muy altos son los montes de Basán, altas son sus cimas. ¿Por qué miráis con hostilidad, montes altos, al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente, el Señor habitará en él para siempre. Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares; el Señor viene del Sinaí a su santuario. Subiste a lo alto, tomaste cautivos. Recibiste tributos de los seres humanos, incluso de la gente rebelde, para que habite entre ellos el Señor Dios. ¡Bendito sea el Señor! ¡Cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvación! Selah Dios, nuestro Dios, ha de salvarnos; del Señor es el librar de la muerte. Ciertamente, Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que camina en sus pecados. El Señor dijo: «De Basán te haré volver; te haré volver de las profundidades del mar, porque tu pie se enrojecerá con la sangre de tus enemigos, y con ella la lengua de tus perros».

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SALMOS 68:7-23 La Palabra (versión española) (BLP)

Oh Dios, cuando saliste delante de tu pueblo, cuando marchaste a través del desierto, [Pausa] tembló la tierra, se desbordaron los cielos en presencia de Dios, el del Sinaí, en presencia de Dios, el Dios de Israel. Tú, oh Dios, derramaste una lluvia generosa, tú reconfortaste a tu agotada heredad. Tu grey se estableció en la tierra que preparaste bondadoso para el pobre. Mi Dios ha dado la orden, un inmenso tropel difunde la noticia. Los reyes de los ejércitos huyen, la mujer de la casa reparte el botín; mientras vosotros reposáis entre fogones, se cubren de plata las alas de la paloma y de un pálido oro su plumaje. Cuando el Todopoderoso dispersó a los reyes, nevaba en el monte Salmón. Un monte altísimo es el monte Basán, un monte escarpado es el monte Basán. ¿Por qué, montes escarpados, envidiáis la montaña que Dios quiso por morada? El Señor vivirá por siempre en ella. Miles y miles son los carros de Dios, está mi Señor en medio de ellos, viene desde el Sinaí al santuario. Subiste a la altura, tomaste cautivos; recibiste tributos de los seres humanos, incluso de los mismos rebeldes, hasta tener, Señor Dios, una morada. Bendito sea mi Señor día tras día, que Dios nuestro salvador nos sostenga. [Pausa] Nuestro Dios es un Dios de salvación, el Señor Dios puede librarnos de la muerte. Solo Dios rompe la cabeza de sus enemigos, el cráneo del que camina entre sus crímenes. Mi Señor ha dicho: «Los haré volver de Basán, los haré volver de las profundidades del mar, para que hundas tus pies en sangre enemiga y sea lamida por la lengua de tus perros».

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SALMOS 68:7-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, Selah la tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios de Israel. Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. Tu familia se estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre. El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman: «Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los rebaños». Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas: ¿Por qué, montañas escarpadas, miráis con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el SEÑOR habitará por siempre? Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. Cuando tú, Dios y SEÑOR, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada. Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah Nuestro Dios es un Dios que salva; el SEÑOR Soberano nos libra de la muerte. Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, la testa enmarañada de los que viven pecando. El Señor nos dice: «De Basán los haré regresar; de las profundidades del mar los haré volver, para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos; para que, al lamerla, los perros tengan también su parte».

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