SALMOS 30:3-12
SALMOS 30:3-12 Reina Valera 2020 (RV2020)
Señor, hiciste subir mi alma del seol. Me diste vida, para que no descendiera a la sepultura. ¡Cantad al Señor, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad!, porque por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, pero a la mañana vendrá la alegría. En mi prosperidad dije yo: «No seré jamás conmovido», porque tú, Señor, con tu favor me afirmaste como a monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado. A ti, Señor, clamaré; al Señor suplicaré. ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? Oye, Señor, y ten misericordia de mí; Señor, ¡sé tú mi ayudador! Has cambiado mi lamento en baile; me despojaste del luto y me vestiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Señor, Dios mío, ¡te alabaré para siempre!
SALMOS 30:3-12 La Palabra (versión española) (BLP)
Señor, me libraste de ir al reino de los muertos, me devolviste la vida cuando agonizaba. Cantad al Señor los que le sois fieles, alabad su santo nombre, pues es pasajera su ira y eterna su bondad: quien de noche se retira llorando, por la mañana es un clamor de alegría. Yo, sosegado, decía: «Nunca más sucumbiré». Señor, tu ayuda me exaltó cual monte poderoso, pero ocultaste tu rostro y sentí miedo. A ti, Señor, clamo; a mi Señor suplico. ¿Qué provecho hay en mi muerte, en que yo baje a la tumba? ¿Podrá alabarte el polvo? ¿Anunciará él tu fidelidad? ¡Escucha, Señor, ten compasión de mí; Señor, ven en mi ayuda! Convertiste mi llanto en danza, me despojaste del luto, me vestiste de fiesta para que te cante sin callar nunca; Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.
SALMOS 30:3-12 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Tú, SEÑOR, me sacaste del sepulcro; me hiciste revivir de entre los muertos. Cantad al SEÑOR, vosotros sus fieles; alabad su santo nombre. Porque solo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría. Cuando me sentí seguro, exclamé: «Jamás seré conmovido». Tú, SEÑOR, en tu buena voluntad, me afirmaste en elevado baluarte; pero escondiste tu rostro, y yo quedé confundido. A ti clamo, SEÑOR Soberano; a ti me vuelvo suplicante. ¿Qué ganas tú con que yo muera, con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará tu verdad? Oye, SEÑOR; compadécete de mí. ¡Sé tú, SEÑOR, mi ayuda! Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado.