SALMOS 116:1-12
SALMOS 116:1-12 Reina Valera 2020 (RV2020)
Amo al Señor, pues ha oído mi voz y mis súplicas, porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, lo invocaré en todos mis días. Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del seol; tan solo angustia y dolor había en mí. Entonces invoqué el nombre del Señor: «¡Señor, libra ahora mi alma!». Clemente es el Señor, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios. El Señor guarda a los sencillos; estaba yo postrado, y me salvó. ¡Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien!, pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas y mis pies de resbalar. Andaré delante del Señor en la tierra de los vivientes. Creí; por tanto hablé, cuando estaba afligido en gran manera. Y dije en mi apresuramiento: «Todo hombre es mentiroso». ¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo?
SALMOS 116:1-12 La Palabra (versión española) (BLP)
Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante. Lo invocaré de por vida, porque es todo oídos para mí. Las cadenas de la muerte me cercaban, me alcanzaba la tristeza del abismo, era presa de la angustia y el dolor. Pero invoqué el nombre del Señor: «Te ruego, Señor, que me salves». El Señor es clemente y justo, es compasivo nuestro Dios. El Señor protege a los sencillos: estaba yo abatido y me salvó. ¡A ver si recobro la calma, pues el Señor ha sido bueno conmigo! Me ha librado de la muerte, ha preservado mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en la tierra de los vivos. Tenía yo confianza aunque decía: «¡Qué desgraciado soy!». En mi turbación exclamaba: «Todos los humanos mienten». ¿Cómo pagaré al Señor todos los beneficios que me ha hecho?
SALMOS 116:1-12 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Yo amo al SEÑOR porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida. Los lazos de la muerte me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al SEÑOR: «¡Te ruego, SEÑOR, que me salves la vida!» El SEÑOR es compasivo y justo; nuestro Dios es todo ternura. El SEÑOR protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvó. ¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, que el SEÑOR ha sido bueno contigo! Tú, SEÑOR, me has librado de la muerte, has enjugado mis lágrimas, no me has dejado tropezar. Por eso andaré siempre delante del SEÑOR en esta tierra de los vivos. Aunque digo: «Me encuentro muy afligido», sigo creyendo en Dios. En mi desesperación he exclamado: «Todos son unos mentirosos». ¿Cómo puedo pagarle al SEÑOR por tanta bondad que me ha mostrado?