PROVERBIOS 7:4-10
PROVERBIOS 7:4-10 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Di a la sabiduría: «Tú eres mi hermana», y a la inteligencia: «Eres de mi sangre». Ellas te librarán de la mujer ajena, de la adúltera y de sus palabras seductoras. Desde la ventana de mi casa miré a través de la celosía. Me puse a ver a los inexpertos, y entre los jóvenes observé a uno de ellos falto de juicio. Cruzó la calle, llegó a la esquina, y se encaminó hacia la casa de esa mujer. Caía la tarde. Llegaba el día a su fin. Avanzaban las sombras de la noche. De pronto la mujer salió a su encuentro, con toda la apariencia de una prostituta y con solapadas intenciones.
PROVERBIOS 7:4-10 Reina Valera 2020 (RV2020)
Di a la sabiduría: «Tú eres mi hermana», y llama parienta a la inteligencia, para que te protejan de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras. Miraba yo por la ventana de mi casa, a través de mi celosía, cuando vi entre los ingenuos, observé entre los jóvenes, a un muchacho insensato. Pasaba él por la calle, junto a la esquina, e iba camino de la casa de ella, al atardecer, cuando ya declinaba el día y caía la oscuridad y las tinieblas de la noche. En esto, una mujer le sale al encuentro, vestida como una ramera y astucia en el corazón.
PROVERBIOS 7:4-10 La Palabra (versión española) (BLP)
Hermánate con la sabiduría y emparenta con la inteligencia, para que te protejan de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras. Un día estaba yo en la ventana de mi casa, observando entre las rejas; miraba a una pandilla de incautos y distinguí entre ellos a un joven insensato: cruzó la calle, junto a la esquina, y se encaminó a la casa de la mujer. Era la hora del ocaso, al caer la tarde, cuando llega la noche y oscurece. Entonces una mujer le salió al paso con ropas y ademanes de prostituta.
PROVERBIOS 7:4-10 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Haz de la sabiduría tu hermana; haz de la inteligencia tu amiga. Ellas te librarán de la mujer adúltera, de la extraña de palabras seductoras. Un día estaba yo mirando por entre las rejas de mi ventana a unos jóvenes sin experiencia, y me fijé en el más imprudente de ellos. Al llegar a la esquina, cruzó la calle en dirección a la casa de aquella mujer. La tarde iba cayendo y comenzaba a oscurecer. En esto, la mujer salió a su encuentro con toda la apariencia y los gestos de una prostituta