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NÚMEROS 16:1-35

NÚMEROS 16:1-35 Reina Valera 2020 (RV2020)

Coré hijo de Izhar hijo de Coat hijo de Leví, con Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, descendientes de Rubén, reunieron gente y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, miembros del consejo, hombres de renombre. Se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: —¡Estamos hartos de vosotros! Toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está el Señor. ¿Por qué, pues, os encumbráis sobre la congregación del Señor? Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro. Luego dijo a Coré y a todo su séquito: —Mañana mostrará el Señor quién le pertenece y quién es santo, y hará que se acerque a él. Al que él escoja, lo acercará a sí. Haced esto: tomad los incensarios de Coré y de todo su séquito, poned fuego en ellos y echad en ellos incienso delante del Señor mañana. Aquel a quien el Señor escoja, ese será el santo; esto os baste, hijos de Leví. Dijo Moisés a Coré: —Oíd ahora, hijos de Leví: ¿Os es poco que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel, y os haya acercado a él para que ministréis en el servicio del tabernáculo del Señor y estéis delante de la congregación para servirles? Hizo que te acercaras, junto con todos tus hermanos, los hijos de Leví, ¿y ahora procuráis también el sacerdocio? Por tanto, tú y todo tu séquito sois los que os juntáis contra el Señor; porque ¿quién es Aarón para que contra él murmuréis? Luego Moisés mandó llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab. Pero ellos respondieron: —No iremos allá. ¿Te parece poco habernos sacado de una tierra que destila leche y miel para hacernos morir en el desierto, que todavía te eriges como jefe sobre nosotros? Tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? ¡No subiremos! Entonces Moisés se enojó mucho y dijo al Señor: —¡No aceptes su ofrenda! Ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal. Después dijo Moisés a Coré: —Tú y toda tu gente, poneos mañana delante del Señor; tú, ellos y Aarón. Que cada uno tome su incensario, le ponga incienso y se acerque a la presencia del Señor, cada uno con su incensario: doscientos cincuenta incensarios en total. Tú también, y Aarón, cada uno con su incensario. Tomó cada uno su incensario, pusieron en ellos el fuego, echaron en ellos incienso y se pusieron a la puerta del tabernáculo de reunión junto con Moisés y Aarón. Ya Coré había reunido contra ellos a toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria del Señor se apareció a toda la congregación. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: —¡Apartaos de esta congregación, y los consumiré en un momento! Ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron: —Dios, Dios de los espíritus de toda la humanidad, ¿no es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación? El Señor dijo a Moisés: —Habla a la congregación: Apartaos de los alrededores de la tienda de Coré, Datán y Abiram. Moisés se levantó y fue adonde estaban Datán y Abiram, y los ancianos de Israel lo siguieron. Y dijo a la congregación: —Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis por todos sus pecados. Ellos se apartaron de los alrededores de las tiendas de Coré, de Datán y de Abiram; y Datán y Abiram salieron y se pusieron a la entrada de sus tiendas, con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños. Moisés dijo: —En esto conoceréis que el Señor me ha enviado para que hiciera todas estas cosas, y que no he actuado de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres mueren estos, o si al ser visitados, ellos corren la suerte de todos los hombres, el Señor no me ha enviado. Pero si el Señor hace algo nuevo, si la tierra abre su boca y se los traga con todas sus cosas, y descienden vivos al seol, entonces conoceréis que estos hombres han irritado al Señor. Aconteció que cuando terminó de decir todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca y se los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré y a todos sus bienes. Ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al seol; los cubrió la tierra y desaparecieron de en medio de la congregación. Al oír sus gritos, todo Israel, los que estaban alrededor, huyeron, y decían: «¡No sea que nos trague también la tierra!». También salió fuego de la presencia del Señor, que consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.

NÚMEROS 16:1-35 La Palabra (versión española) (BLP)

Coré, hijo de Izhar, nieto de Queat y biznieto de Leví, se confabuló con Datán y Abirán, hijos de Eliab, y con On, hijo de Pelet, de la descendencia de Rubén, y se rebelaron contra Moisés junto con doscientos cincuenta israelitas, jefes de la comunidad y miembros del consejo, todos ellos personas de renombre. Se amotinaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: —¡Ya está bien de privilegios! Si toda la comunidad es santa y el Señor está en medio de ella, ¿por qué solo vosotros os arrogáis el derecho a presidir la comunidad del Señor? Cuando Moisés oyó esto, se postró rostro en tierra. Luego se dirigió a Coré y a todos sus secuaces y les dijo: —Venid mañana por la mañana y el Señor mostrará quién es suyo, quién le está consagrado y quién puede acercarse a él; a quien el Señor elija, ese podrá acercársele. Procederéis así: tú, Coré, y todos tus secuaces haceos con incensarios y mañana, en presencia del Señor, poned en ellos fuego e incienso. A quien el Señor escoja, ese será el consagrado. ¡Veremos quién se arroga privilegios, hijos de Leví! Dijo además Moisés a Coré: —Escuchadme, hijos de Leví: ¿no os parece suficiente que el Dios de Israel os haya elegido de entre la comunidad de Israel, permitiendo que os acerquéis a él, que estéis al servicio de la Morada del Señor y que representéis a la comunidad oficiando en su lugar? El Señor os ha permitido, a ti y a tus hermanos levitas, que os acerquéis a él; ¿vais a reclamar también el sacerdocio? En realidad, es contra el Señor contra quien os habéis amotinado tú y tus secuaces. Porque, ¿quién es Aarón para que murmuréis contra él? Moisés mandó llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab; pero ellos respondieron: —No iremos. ¿No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel para hacernos morir en el desierto, que ahora pretendes también enseñorearte de nosotros? A la vista está que no nos has traído a una tierra que mana leche y miel, ni nos has dado campos y viñas como heredad. ¿A quién quieres engañar ahora? ¡No iremos! Moisés se enojó sobremanera y dijo al Señor: —No aceptes su ofrenda. En cuanto a mí, ni un asno he tomado de ninguno de ellos, ni a ninguno de ellos he agraviado. Moisés dijo a Coré: —Mañana, tú y todos tus secuaces compareced junto con Aarón en presencia del Señor. Que cada uno tome su incensario y ponga incienso en él, doscientos cincuenta incensarios en total; tú y Aarón traeréis también vuestro respectivo incensario. Así pues, cada uno tomó su incensario y después de poner fuego y echar incienso en él, ocuparon su lugar a la entrada de la Tienda del encuentro, al igual que Moisés y Aarón. Coré había reunido contra ellos a toda la comunidad a la entrada de la Tienda del encuentro. Entonces la gloria del Señor se manifestó a toda la comunidad, y el Señor se dirigió a Moisés y a Aarón y les dijo: —¡Apartaos de esa comunidad pues la voy a aniquilar en un instante! Pero ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron: —Oh Dios, origen de toda vida, si ha sido uno solo el que pecó, ¿te enojarás contra toda la comunidad? El Señor contestó a Moisés: —Pide a la comunidad que se retire de los alrededores de las tiendas de Coré, Datán y Abirán. Moisés se levantó y, junto con los ancianos de Israel, se dirigió adonde estaban Datán y Abirán. Dijo entonces a la comunidad: —Apartaos de las tiendas de esos hombres impíos y no toquéis ninguna cosa suya si no queréis perecer a causa de todos sus pecados. Así lo hicieron; se apartaron de los alrededores de las tiendas de Coré, de Datán y de Abirán, mientras estos habían salido y estaban a las puertas de sus tiendas, con sus mujeres y sus hijos, incluidos los más pequeños. Y Moisés dijo: —Ahora conoceréis que es el Señor quien me ha enviado para hacer todo esto, y que no lo he hecho por mi propia voluntad. Si estos hombres mueren de muerte natural o siguiendo el destino común de todos los humanos, entonces no es el Señor quien me ha enviado. Pero si el Señor hace algo extraordinario y la tierra, abriendo su boca, los traga con todas sus pertenencias, de suerte que desciendan vivos al reino de los muertos, entonces sabréis que estos hombres han menospreciado al Señor. Apenas terminó Moisés de decir todas estas palabras, cuando la tierra que estaba debajo de ellos abrió su boca y se los tragó, junto con sus casas; lo mismo les ocurrió a todos los secuaces de Coré y a todas sus pertenencias. Descendieron vivos al reino de los muertos; la tierra se cerró sobre ellos y desaparecieron de en medio de la comunidad. Al oír sus gritos, todos los israelitas que estaban cerca de ellos huyeron diciendo: «¡No sea que también a nosotros nos trague la tierra!». Salió entonces un fuego de la presencia del Señor que devoró a los doscientos cincuenta hombres que estaban ofreciendo el incienso.

NÚMEROS 16:1-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Un levita descendiente de Quehat, llamado Coré, hijo de Ishar, y tres hombres más de la tribu de Rubén, llamados Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, se rebelaron contra Moisés. A ellos se unieron otros doscientos cincuenta israelitas, hombres de autoridad en el pueblo, que pertenecían al grupo de consejeros y tenían buena fama. Todos ellos se reunieron, se enfrentaron con Moisés y Aarón, y les dijeron: –¡Basta ya de privilegios! Todo el pueblo ha sido consagrado por Dios, y el Señor está con todos nosotros. ¿Por qué vosotros os levantáis como autoridad suprema sobre el pueblo del Señor? Al oir esto, Moisés se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo a Coré y a los que le seguían: –Mañana por la mañana el Señor hará saber quién le pertenece y quién le está consagrado y puede presentarle las ofrendas. Solo podrá presentarle ofrendas aquel a quien él escoja. Haced lo siguiente: traed los incensarios de Coré y sus compañeros, ponedles brasas, echadles incienso y colocadlos mañana delante del Señor. El hombre a quien el Señor escoja, es el que le está consagrado. ¡Y basta ya, levitas! Luego dijo Moisés a Coré: –Oídme, levitas: ¿Os parece poco que el Dios de Israel os haya escogido de entre el pueblo de Israel, y que estéis cerca de él y os ocupéis de los oficios del santuario del Señor y prestéis este servicio al pueblo? El Señor ha querido que tú y los demás miembros de tu tribu, los levitas, estéis cerca de él, ¿y ahora ambicionáis también el sacerdocio? Realmente Aarón no es nadie para que habléis mal de él; es contra el Señor contra quien tú y tus compañeros os habéis rebelado. Luego Moisés mandó llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab, pero ellos respondieron: –No queremos ir. ¿Te parece poco habernos sacado de un país donde la leche y la miel corren como el agua, para hacernos morir en el desierto, que además quieres ser nuestro jefe supremo? Tú no nos has llevado a ningún país donde la leche y la miel corren como el agua, ni nos has dado campos ni viñedos. ¿Quieres que todos se dejen llevar como si fueran ciegos? No, no iremos a verte. Entonces Moisés se enojó mucho, y dijo al Señor: –¡No aceptes sus ofrendas! Yo no les he quitado ni siquiera un asno, y tampoco he hecho mal a ninguno de ellos. Después Moisés dijo a Coré: –Presentaos mañana, tú y tus compañeros, delante del Señor. Aarón también estará allí. Que cada uno lleve su incensario y le ponga incienso. Tú y Aarón llevaréis también vuestros incensarios, y los pondréis, junto con los otros doscientos cincuenta, delante del Señor. Entonces cada uno tomó su incensario, le puso brasas e incienso y se colocó, junto con Moisés y Aarón, delante de la tienda del encuentro. Coré ya había reunido contra ellos a todo el pueblo frente a la tienda del encuentro. La gloria del Señor se apareció entonces ante todo el pueblo, y el Señor dijo a Moisés y Aarón: –¡Apartaos de ese pueblo, que voy a destruirlo en un momento! Pero ellos, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente, dijeron: –Oh Dios, tú que das la vida a todos los hombres, ¿vas a enojarte con todo el pueblo por el pecado de un solo hombre? El Señor respondió a Moisés: –Diles a todos los israelitas que se aparten de la tienda donde están Coré, Datán y Abiram. Moisés se levantó, seguido por los ancianos de Israel, y fue a donde estaban Datán y Abiram. Entonces dijo al pueblo: –Apartaos de las tiendas de esos hombres perversos y no toquéis nada de lo que les pertenece, no vaya a ser que también vosotros muráis por su pecado. El pueblo se apartó de donde estaban Coré, Datán y Abiram. Datán y Abiram estaban a la entrada de su tienda, con sus mujeres y sus hijos, y Moisés continuó: –Con esto os voy a probar que es el Señor quien me ha enviado a hacer todas estas cosas, y que no las hago por mi propia voluntad. Si estos hombres mueren de forma natural, como los demás hombres, es que el Señor no me ha enviado; pero si el Señor hace algo extraordinario, y la tierra se abre y se los traga a ellos con todo lo que tienen, y caen vivos al fondo de la tierra, entonces sabréis que estos hombres han menospreciado al Señor. En cuanto Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos y se tragó a todos los hombres que se habían unido a Coré, junto con sus familias y todo lo que tenían. Cayeron vivos al fondo de la tierra, con todas sus cosas, y luego la tierra volvió a cerrarse. Así fueron eliminados de entre los israelitas. Al oirlos gritar, todos los israelitas que se encontraban alrededor salieron corriendo y diciendo: “¡No nos vaya a tragar la tierra a nosotros también!” Además, el Señor envió un fuego que mató a los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido incienso.

NÚMEROS 16:1-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Coré, que era hijo de Izar, nieto de Coat y bisnieto de Leví, y los rubenitas Datán y Abirán, hijos de Eliab, y On hijo de Pélet, se atrevieron a sublevarse contra Moisés, con el apoyo de doscientos cincuenta israelitas. Todos ellos eran personas de renombre y líderes que la comunidad misma había escogido. Se reunieron para oponerse a Moisés y a Aarón, y les dijeron: ―¡Vosotros habéis ido ya demasiado lejos! Si toda la comunidad es santa, lo mismo que sus miembros, y el SEÑOR está en medio de ellos, ¿por qué os creéis vosotros los dueños de la comunidad del SEÑOR? Cuando Moisés escuchó lo que le decían, se inclinó ante ellos y les respondió a Coré y a todo su grupo: ―Mañana el SEÑOR dirá quién es quién. Será él quien declare quién es su escogido, y hará que se le acerque. Coré, esto es lo que tú y tu gente haréis mañana: tomaréis incensarios, y les pondréis fuego e incienso en la presencia del SEÑOR. El escogido del SEÑOR será aquel a quien él elija. ¡Sois vosotros, hijos de Leví, los que habéis ido demasiado lejos! Moisés le dijo a Coré: ―¡Escuchadme ahora, levitas! ¿Os parece poco que el Dios de Israel os haya separado del resto de la comunidad para que estéis cerca de él, ministréis en el santuario del SEÑOR, y os distingáis como servidores de la comunidad? Dios mismo os ha puesto a su lado, a ti y a todos los levitas, ¿y ahora queréis también el sacerdocio? Tú y tu gente os habéis reunido para oponeros al SEÑOR, porque ¿quién es Aarón para que murmuréis contra él? Moisés mandó llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab, pero ellos contestaron: ―¡No iremos! ¿Te parece poco habernos sacado de la tierra donde abundan la leche y la miel, para que ahora quieras matarnos en este desierto y dártelas de gobernante con nosotros? Lo cierto es que tú no has logrado llevarnos todavía a esa tierra donde abundan la leche y la miel, ni nos has dado posesión de campos y viñas. Lo único que quieres es seguir engatusando a este pueblo. ¡Pues no iremos! Entonces Moisés, sumamente enojado, le dijo al SEÑOR: ―No aceptes la ofrenda que te traigan, que yo de ellos no he tomado ni siquiera un asno, ni les he hecho ningún daño. A Coré, Moisés le dijo: ―Tú y tu gente y Aarón os presentaréis mañana ante el SEÑOR. Cada uno de vosotros se acercará al SEÑOR con su incensario lleno de incienso, es decir, os acercaréis con doscientos cincuenta incensarios. También tú y Aarón llevaréis los vuestros. Así que cada uno, con su incensario lleno de fuego e incienso, se puso de pie a la entrada de la Tienda de reunión, junto con Moisés y Aarón. Cuando Coré hubo reunido a toda su gente en contra de Moisés y Aarón a la entrada de la Tienda de reunión, la gloria del SEÑOR se apareció ante todos ellos. Entonces el SEÑOR les dijo a Moisés y a Aarón: ―Apartaos de esta gente, para que yo la consuma de una vez por todas. Pero Moisés y Aarón se postraron rostro en tierra, y exclamaron: ―SEÑOR, Dios de toda la humanidad: un solo hombre ha pecado, ¿y vas tú a enojarte con todos ellos? Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: ―Ordénales que se alejen de las tiendas de Coré, Datán y Abirán. Moisés y los ancianos de Israel fueron adonde estaban Datán y Abirán. Entonces Moisés le advirtió a la gente: ―¡Alejaos de las tiendas de estos impíos! No toquéis ninguna de sus pertenencias, para que vosotros no seáis castigados por los pecados de ellos. El pueblo se alejó de las tiendas de Coré, Datán y Abirán. Los dos últimos habían salido a la entrada de sus tiendas, y estaban allí, de pie, con sus esposas y todos sus hijos. Moisés siguió diciendo: ―Ahora vais a saber si el SEÑOR me ha enviado a hacer todas estas cosas, o si estoy actuando por mi cuenta. Si estos hombres mueren de muerte natural, como es el destino de todos los hombres, eso querrá decir que el SEÑOR no me ha enviado. Pero, si el SEÑOR crea algo nuevo, y hace que la tierra se abra y se los trague con todas sus pertenencias, de tal forma que desciendan vivos al sepulcro, entonces sabréis que estos hombres menospreciaron al SEÑOR. Tan pronto como Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos al sepulcro, junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron eliminados de la comunidad. Al oírlos gritar, todos los israelitas huyeron de allí exclamando: ―¡Corramos, no sea que la tierra nos trague también a nosotros! Y los doscientos cincuenta hombres que ofrecían incienso fueron consumidos por el fuego del SEÑOR.